Las mejores épocas de nuestras vidas son aquellas en las que acopiamos el suficiente valor como para rebautizar nuestra maldad como lo mejor que hay en nosotros"

Friedrich Nietzsche

jueves, 19 de junio de 2014

Si la Vida te da Limones, haz Limonada!

Lejos de querer dar cátedra con dichos de abuelos o de buscar emular a los más grandes autores de la autoayuda, escribo estas líneas como una especie de bitácora de lo difícil que es poner esta consigna en práctica. Estoy, en este momento de mi vida, en una posición compleja por no decir desesperada. Me encuentro en una encerrona que pasa por varios aspectos, desde la lo puramente existencial a lo francamente económico, que me pone en una encrucijada no tan sencilla de resolver.

Para comenzar, debo decir que ninguno de estos elementos estresores constituye en sí una tragedia; pero que su peso combinado requiere de fuerza de voluntad - mucha fuerza de voluntad!-, lo que se traduce en el acto cotidiano de mantenerse a flote guardando la esperanza de poder hacer pie en algún momento.

Sobra decir, usando otro dicho de dominio popular, que ''la esperanza es lo último que se pierde''. Pero a veces se pone juguetona y se refunde por ahí; sin dejar razón  de dónde se ha largado. Para reaparecer luego, como si nada, huidiza y triunfante después de sus periplos repentinos por caminos desconocidos.

Es esa fe en que todo va a ser mejor en un futuro, porque de momento las cosas no tienen buen color, la que me recuerda vagamente al viejo del ‘’Viejo y el Mar’’ de Ernest Hemingway. Trae a mi memoria también que en un pasado no tan lejano, como el viejo, me embarqué en una travesía demencial durante siete años: con iguales resultados. Es decir, que de dicho trayecto marcado por el infortunio sólo quedó una osamenta sin valor, que únicamente sirvió para hacer más dramática la remembranza de aquella empresa sin porvenir.

Del mismo modo, igual que para el viejo, la esperanza fue el sustento de los más extraordinarios sueños y las más febriles ilusiones. Lo que cuenta es que la esperanza de aquel tiempo se encontraba en un hecho definitivo y que adquiría tonos de ‘’salvación’’, del mismo modo que ven los cristianos el misterio de la crucifixión y resurrección, evocando leyendas míticas de la obtención del Paraíso.

Por su parte, la esperanza de ahora es más difusa y más centrada en la consecución de pequeños actos, de salvación si se quiere, que sumados den como resultado una mayor sensación de bienestar y completitud. Viéndolo así, la cosa no pinta tan inalcanzable como antes. Pero eso sí, requiere de más sentido práctico, paciencia y perseverancia.

Ahora bien, cortando un poco el discurso, hablaré de energías!. Quiero tocar el tema inspirado en un afán pragmático. En consecuencia a que en este tiempo ha habido una circunstancia que ha captado mi atención más incisivamente que las demás situaciones. El problema es bien fácil de ilustrar: necesito, a veces con desesperación, de una energía que no puedo hallar en mi interior.

Para dar un poco de contexto, y a la vez seducido por un concupiscente deseo exhibicionista, voy a relatar en líneas gruesas mi historia con esa fuerza o energía. En un principio la desee y la odie, en iguales proporciones, por su encanto sin medida y por la imposibilidad práctica – gracias a trabas autoimpuestas pero dificilísimas de sortear, además de pueriles y ridículas – de ‘’poseerla’’ o mejor nutrirme de ella.

De hecho, cuando vi a varios de mis amigos sucumbir idiotamente ante sus artimañas de seducción juré, con una mano puesta en la Biblia y obviamente por la Patria, que jamás me encontraría en una situación semejante. Lo que no sabía, cuándo hice aquellos juramentos ingenuos, es que diez años después estaría al borde la muerte – literalmente, no exagero – intoxicado por el veneno de su encanto y su desencuentro.

Pero la Vida ha sido buena conmigo y para mi fortuna, después de salir de tan penosa situación me sentí un hombre nuevo y con la luz de un nuevo nacimiento decidí darle el lugar que se merecía aquella energía y relegarla al olvido.
No obstante, el problema radica en que después de algunos años el deseo de imbuirme en aquella fuerza ha vuelto con violencia, como un viejo amor nunca olvidado, después de que tenía la vida completamente resuelta. Poniéndome  de nuevo en un aprieto y dejando por el momento nada más que una sensación de impotencia y frustración.

Para concluir, debo aceptar que me veo forzado a hacer algo para procurar su encuentro. Tarea que por cierto, nunca ha sido fácil en las tres décadas que llevo de vida sobre la Tierra. O lo que es lo mismo que en palabras populares también: ‘’otra pata que le sale al gato’’. Dichas y desdichas que surgen, espontáneas, en medio de esta cosecha de limones, dónde lo único que puedo hacer es limonada.

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