Bedburg población cercana a Colonia, Alemania. Era el año
de 1564, un joven perverso recibía un extraño regalo del diablo; el obsequio
que le daba el Malo por entregarle su alma. Pero no se trataba de una bóveda con
incontables riquezas o de un cetro que le diera poder sobre todo y todos; se
trataba de un simple cinturón cuero. Lo que no se lograba percibir con los
sentidos era que Satanás entendiendo la naturaleza animal, sangrienta y
depravada de aquel muchacho había imbuido el elemento con un poder extraño: su
portador, al ceñírselo, podía convertirse en un gran lobo sediento de sangre.
De este modo, el alma viciosa de aquel canalla lograba ocultar su esencia humana
tras la máscara de un depredador despiadado.
Así aquel hombre, llamado Peeter Stubbe lograba evadir la
justicia. Cometiendo crímenes inenarrables, matando a placer con una
perversidad inusitada, asesinando hombres, mujeres, niños y ganado a voluntad.
Incluso se llegó a contar que cuando deseaba apasionadamente
a una mujer, la seguía y cuando estaba sola (en el campo) se le presentaba,
la ultrajaba, la violaba y finalmente usaba su cinturón para convertirse en un
gigantesco can; para destrozar con sus crueles fauces gargantas inocentes, despedazando cuerpos
desnudos e indefensos. Saciaba así su lujuria, su instinto animal, sus ansias
de destrucción y muerte.
Pero no eran son sólo los vecinos de Bedburg quienes se
debatían, como una vela al viento, bajo el encanto y el peligro de la sombra del
brujo. Se cuenta que este tuvo un hijo muy sano y hermoso, un día estando con
él en el bosque su instinto animal pudo más que su amor de padre y se convirtió
en la bestia, le saltó encima y lo destrozó; sólo paró cuando hubo comido los sesos del
muchacho. Sin embargo, la relación con las mujeres de su familia era del todo
diferente. Logró seducir a su hija, Beell Stubbe, una joven hermosa y agradable
y a su hermana, Katherine Tropin, con las que tuvo relaciones carnales por
largo tiempo. Tal era la corrupción de este Stubbe.
Lo curioso de este episodio es que yo no resistí dentro de
la sala de proyección más de media hora. No pude soportar ver como torturaban a
una persona en la pantalla grande y primero cerré los ojos. Estuve así por un lapso de
unos cinco minutos; durante los cuales la vista perdió toda su importancia. El
sonido del taladro perforando músculos, articulaciones y huesos, y los lamentos
de los actores me movieron a huir de aquel lugar. Literalmente, salí corriendo
y esperé a mi novia pacientemente afuera del cine; mientras ella terminaba su
película.
Tiempo después vi los cortos de Hostel 2, esta vez se narra la historia de más gente muy rica que comparte la afición de
cazar a otras personas como en una especie de "safari" (muy al estilo de los
Simpsons en uno de los especiales de Halloween). Me impactó poderosamente una
imagen completamente chocante para mi: dentro de las presas se encontraba una madre y su hija pequeña. No
tengo palabras normales para expresar lo que evocó esa imagen en mi interior. Sin
molestarme en ver la película, porque tal vez no hubiera tenido el valor de aguantar
siquiera media hora, empecé a fantasear en los siguientes días y meses. Imaginé
que en alguna parte de nuestro planeta debería haber ocurrido tal atrocidad y
esbocé en mi cabeza los peores castigos para aquellos asesinos, obviamente
personificados por los actores de la película, para aquellos homicidas
cazadores.
Después imaginé extender estas retaliaciones hacia crímenes más reales para mí: como el asesinato, el robo, la violación y la corrupción que
día a día se ven en las noticias de mi país.
Algunos de estos castigos son tan escalofriantes que las pocas
personas con las que compartí mis ideaciones me pidíeron que parara, no querían
seguir escuchando cómo se podía hacer daño a otra persona de maneras tan
retorcidas. Cuando eso sucedía, yo con una sonrisa de sorpresa decía que no había problema; que
estaba bien. Pero no entendía por qué no se podía siquiera en la imaginación luchar
contra el mal a través de métodos tan
“contundentes” y “ejemplificantes”. Castigos que, creía además, deberían aplicarse por
medio de un show, una especie de espectáculo de la retribución utilizando los medios
de comunicación para mostrarle a la sociedad que el mal siempre tenía en un
horrible final.
Es pues aquí dónde vuelvo a la historia del licántropo
alemán. Después de una larga carrera de crímenes. Stubbe fue acorralado, bajo la
forma de un lobo, por una turba enfurecida con la ayuda de perros de pelea
entrenados con el fin de atrapar a la bestia. Corría el año 1589 y la larga
carrera, de 25 años, de ataques atroces desembocó en un lobo gigante en encerrona y
a punto de ser herido de muerte. El brujo
al verse en tal encrucijada se quitó el cinturón e intentó volver a
Bedburg bajo su forma humana; con la apariencia
de un hombre con bastón.
Stubbe fue llevado a la rueda de tortura, donde continuó
diciendo “la verdad”. Después le fueron arrancados varios trozos de carne con
unas tenazas al rojo vivo, para luego romperle los brazos y las piernas con
un mazo de madera. Viendo la miseria de aquel hombre la justicia decidió
decapitarlo y quemar, hasta hacer cenizas, sus restos. Por su lado, Beell y
Katherine fueron halladas cómplices de “algunos crímenes” y fueron quemadas
vivas. Luego en la plaza del pueblo se colgó la rueda de “confesión” donde
Stubbe hizo sus declaraciones, encima se puso la efigie de un lobo y se
clavaron 15 estacas en honor a las victimas conocidas de la bestia.
Aquí me surgen dos dudas y formulo una afirmación: serían
Peeter, Beell y Katherine culpables de los horrores imputados? Serían acaso
sólo el chivo expiatorio de un caso de histeria colectiva?. Pero lo que más me
inquieta es la observación: qué tanto se parece el castigo
impartido por la justicia de Bedburg a los placeres sangrientos del Hostel
y a mis propias ideas para erradicar el mal!.
Y es que los jueces que lucharon contra la maldad de la
bestia licántropa se mostraron más bestiales que el lobo de la leyenda. Los
santos de Dios que buscaron luchar
contra el infierno, lo trajeron paradójicamente a la tierra. Lo hicieron
patente, le dieron al diablo el entorno perfecto para que hiciera su alegre y
macabra danza cuando los seres humanos presencian con placer el sufrimiento de otros seres humanos.
Pero se debe resaltar que esto no es sólo un tema de
“aquellas autoridades”, cada vez que yo soñaba con sevicia en aplacar el mal
imaginario de una película o el real de mi sociedad permitía que me poseyera
Radamanto: Juez del Inframundo. Sobre él Virgilio, en el VI libro de la
Eneida, escribe mientras habla del aquel sombrío lugar:
«El cretense Radamanto ejerce aquí un imperio durísimo.
Indaga y castiga los fraudes y obliga a los hombres a confesar las culpas
cometidas y que vanamente se complacían en guardar secretas, fiando su
expiación al tardío momento de la muerte. Al punto de pronunciada la sentencia,
la vengadora Tisífone, armada de un látigo, azota e insulta a los culpados, y
presentándoles con la mano izquierda sus fieras serpientes, llama a la turba
cruel de sus hermanas [las Furias]».
No pocas veces deseé con todo mi corazón ser el Juez Duro e
Implacable, que castiga con la muerte los vicios del ser humano. Creo que todos
los que leen este post por lo menos alguna vez lo han deseado; queriendo no sólo un castigo durísimo para los
criminales o los perversos, sino también para aquellos a quienes han
identificado como agresores, transgresores, detestables, diferentes, malos.
Me parece buen momento de recordar y enlazar al relato, las buenas intenciones y los ideales
de los gringos anticomunistas en medio de la caza de brujas que se vivió al
interior de Estados Unidos en la Guerra Fría y sus devastadores resultados en la sociedad americana; la paranoia y la psicosis cultural que perdura y que se vive todavía con más fuerza hoy en día. Rememorar a los cientos de miles de gulags que murieron a manos del
estalinismo y la destrucción del agro soviético buscando una “sociedad
mejor”. También a las miles de familias destruidas por la Revolución Cultural China donde millones de hijos acusaban de anti-revolucionarios a sus propios
padres; enviándolos a campos de concentración o directamente al fusilamiento. Por qué no mencionar la creencia nazi del mejoramiento de la sociedad, a través de la “pureza” de la raza y la eliminación de "los impuros"; recordar los
desastrosos y aberrantes efectos que esto tuvo para el pueblo judío.
Por mi lado, estoy seguro que si hubiera podido ser un
dictador hubiera sido un hombre perverso, fanático,
indolente, ruin, sádico, egocéntrico, etc. Aquí me podría explayar con todos los
adjetivos calificativos de mi lengua, además podría agregar algunas palabras de otras lenguas, para describir la esencia de este concepto. Si en la realidad
hubiera ejercido un papel como Juez del Inframundo, un juez en contra del mal,
con toda seguridad le hubiera dado cabida a todos los demonios que habitan en
mi naturaleza humana. Les hubiera pedido que vinieran a hacer lo suyo entre los
hombres.
Hubiera hecho lo mismo que tantos grupos y personas en la
historia de la humanidad. No sería diferente a los Cruzados, a los
conquistadores españoles, a los Inquisidores, a los invasores americanos en
Irak o Afganistán, a Al-Qaeda, etc. Todos ellos luchando
contra su visión del mal. Todos ellos del “Lado del Dios”, de la “Rectitud”, de
la “Civilización”, de la “Justicia”. Todos ellos desde el “bien” abriendo la
Puerta del Infierno para permitir que el ser humano dance en las sombras
junto con los espíritus más tenebrosos de las entrañas de la Tierra, que son sin duda las mismas
entidades que se agazapan en silencio al interior
de nosotros mismos.
Finalmente debo hacer ver que escogí a Radamanto. Pero que existen
más Jueces en el Inframundo: no hablé de Eáco, de Minos, de Megera o de Alecto.
No me referí más que tangencialmente de Tisífone. No mencioné los miles de
Jueces y Demonios de castigo que pueblan los mitos de todas las culturas,
impartiendo justicia a su modo. No lo hice porque creo firmemente que en cada
criatura humana hay un ser implacable que sería capaz de hacer cualquier cosa
en favor del “bien” y la “verdad”.
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