Testimonios de locura. De
desfachatada incoherencia y vulgar desatino vienen a mi mente como peligrosas y
extravagantes criaturas de mi
inconsciente. Hoy no me siento bien y trato desesperadamente de aferrarme a
algo que me mantenga con los pies en la tierra.
Siempre he sido un loco, siempre
lo seré, pero un loco controlado,
medicado, sujeto por las buenas indicaciones médicas de la psiquiatría, el
apoyo psicológico y los buenos oficios propios y de mis relativos para
mantenerme en un sano “balance” entre el caos que tengo dentro y la necesidad
de encajar en una sociedad despiadada y psicótica.
Mis sueños me envenenan. O tal
vez sólo me dejan ver a través de un caleidoscopio psicodélico el veneno que
almaceno en lo más profundo de mí ser y cómo éste entra en acción. Anoche soñé muchas cosas
extrañas, de las que no conservo más una sensación de vacío y abandono casi
absoluto. Un anulador sentimiento de
desconsuelo, de vulnerabilidad, de intrascendencia.
Ahora mismo me siento en un
sueño, la irrealidad interpreta lo que ven mis ojos cómo un espacio onírico, un
espejismo. No creo que ésta sea la realidad, no es más que una farsa; en el
mejor de los casos es una obra de teatro dónde todos elaboramos nuestros propios papeles movidos por el miedo y la codicia. Esclavos de todo aquello que no queremos para nosotros y de todo aquello que si queremos en nuestras vidas. Habrá forma de romper el ciclo?
Me esfuerzo a diario por asumir
una vida “normal”. Pero vale la pena eso? Es válido suponer que no veo la locura
a que llamamos “realidad” y que no percibo la intrascendencia de mi vida; la misma que la de la mayoría de los otros seres humanos. Qué triste destino este de vivir solamente para acumular cosas
materiales o para comer, dormir, ver televisión y reproducirse o para servir a
un Dios lejano o para tener “éxito” profesional mientras se vende el alma en el
camino o para gastar los días
dándole placer a los sentidos o utilizarlos quejándose de la mierda de país, de ciudad, de mundo en el que vivimos o para vegetar en una existencia que mezcle dos o más de estas opciones!.
Qué hemos hecho con nosotros
mismos? Por qué hemos escogido esta incompletitud, esta falta de significado?
Por qué hemos alimentado el miedo y la
codicia con los frutos que produce nuestra alma? Cómo darle equilibrio al caos
y a la paz? Cómo conseguir lo
inalcanzable?
Es hora de recurrir, corriendo
cómo lo hace un niño que necesita a su padre, hacia los brazos maternales de
Dios! Obviamente no hablo del dios cristiano, el judío o el musulmán; sino del
Dios que está en todos y lo es todo. Aquel Dios del que yo soy una pequeña parte. Algo así cómo una célula que
clama por ayuda al organismo al que pertenece; para no estallar en medio de
una crisis existencial!
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