Las mejores épocas de nuestras vidas son aquellas en las que acopiamos el suficiente valor como para rebautizar nuestra maldad como lo mejor que hay en nosotros"

Friedrich Nietzsche

jueves, 6 de noviembre de 2014

Quiero Equivocarme!

Tiemblo! Por la danzante procesión de los muertos. Por la dolorosa certeza del futuro, por la ironía de los hombres!

La sangre y la muerte se acercan; asechando los juegos idílicos de los infantes, los cantos felices de las madres, el sudor del buen trabajador!

Muerte tras muerte y más muerte. La Gran Guerra se aproxima; alojada ya en los corazones de los hombres, poblando sus sueños y sus verdades!

La guerra comenzará en el este, entre ciudades antiguas y dunas indomables. La necesidad del hombre de matar a otros; de alegrarse con la destrucción de los niños!

El Gran Hombre sentado en su trono ríe por lo bajo, sabiendo cumplido su destino. Su cruel labor ha comenzado!

 Bajo su apariencia de piedad se oculta una bestia no humana; salida de las profundidades del Abismo. Cuan insondable es su maldad para con el alma humana, sólo los Arcanos conocen sus menesteres!

Ricos hombres se sientan con regocijo; ríen y hacen bromas mientras hoyan con sus pies sucios los cadáveres de los inocentes. De las criaturas de más allá del Sol!

Cinco hombres pasarán y sus manos apoyarán con firmeza; las lágrimas inundarán sus ojos y reclamarán venganza!

La Hora de la Ira ha comenzado. Una pelea sin vencedor, sólo la muerte lo sabe!

La Gran Madre; el Dragón se alzará reinante en los aires protegiendo su nido. A su sombra no habrá daño; ella es demasiado fuerte!

Tierra arrasada, ciudades cristalizadas, llantos sin sonido. Un hombre se alzará y reclamará su trono. Su venganza es inescrutable, sus designios sublimes!

Las hordas del oriente barrerán con todo; ciudades arderán. Los selváticos se alzarán con sus manos en altos, los horrores más infames allí sucederán. Muerte sin razón, muerte por la muerte!

El Gran Hombre ríe inexpugnable en su trono. Reirá tres años y tendrá siete de infelicidad. Sus ciudades destruidas por la más malditas de las conjuras!

Buenos hombres haciendo buenas obras, ya nadie quiere nada. Bajo el Gran Hombre su reino caerá; se desmoronará estrepitosamente!

Sus antiguos aliados vendrán a reclamar sus cuentas pendientes. Los dioses de la muerte vendrán sin piedad, llenarán sus gargantas con la sangre de los hombres!

Cuando quiera tomar su reino y huir, el Gran Hombre morirá por las manos de los suyos; fue sólo una pieza en el Gran Juego!


En todo el mundo las consecuencias se verán, en la tierra de la primavera aparecerán luces. Todo habrá cambiado, el ser humano no será el mismo. La naturaleza sonreirá y le dará a los que viven un segundo aliento!

martes, 4 de noviembre de 2014

Los Arcontes del Destino

Dios Zeus, asociado al águila
Hace unas semanas mientras veía en Youtube una regresión hipnótica del hipnotista italiano Calogero Grifasi a una paciente, esta refirió que después de la muerte de cada una de sus vidas anteriores, la presente y las futuras (recordemos que el tiempo no existe de forma lineal) iba siempre a un mismo lugar. Era un planeta en alguna parte de nuestra galaxia dónde todas las almas arribaban después del desprendimiento material y allí revisaban sus vivencias. Lo interesante era que una vez cumplido su proceso allí eran enviadas de nuevo a alguno de los planetas habitados con vida material para repetir las lecciones no asimiladas y para tomar experiencias nuevas. Pero la clave del asunto no vino hasta que Calogero preguntara a la mujer por el “director” de aquel lugar; la respuesta que recibió es que aquel ser era conocido como Zeus.

Zeus era pues el Protector, el Guía Supremo que orientaba la “Rueda de las Reencarnaciones” de los seres que asumen existencia material. Su fisionomía era la de un dios con cuerpo humano y con cabeza de águila que gobernaba sobre los planetas de experimentación y sobre el renacimiento de los seres. Era a su vez, un legislador que infundía un temor reverente y ordenaba  cuales eran las lecciones que debía adquirir cada ser.

Dios Horus, con cabeza de halcón
En respuesta, cada uno se estos seres en experimentación se “comprometía” con él en experimentar cuantas veces fuera necesario. En el caso de esta paciente de Calogero Grifasi en particular llamaba la atención que veía cada reencarnación como un reto y tenía una marcada propensión a probar. Cuando se le preguntó si aquel dios se llamaba Horus (por la clara asociación a este dios supremo con cuerpo humano y cabeza de halcón), la paciente dijo que Horus era su “hermano” y que sojuzgaba junto con el dios de cabeza de águila; siendo ambos parte de una raza de homínidos con testa de ave rapaz. 

Cuando el terapeuta le preguntó directamente a esta divinidad que pasaría si una persona decidiera dejar de reencarnar, desobedeciendo sus designios, Zeus respondió que cada alma o ser tiene libre albedrío y podría dejar de hacerlo; aunque esa no era la idea de nuestra existencia espiritual.

Mi asombro, no obstante, llegó más tarde cuando hice una pequeña investigación sobre la filiación del dios Zeus de la mitología griega y el águila. En efecto, el águila es el animal representativo o totémico del rey de los Dioses Olímpicos; siendo la Flammiger Ales la expresión más augusta del ave que trabaja en su nombre en un buen número de relatos míticos. Además, es Zeus el dios que representa el poder del Universo ordenado y arrebatado al reinado infame de los Titanes; criaturas primordiales y bestiales que asumen el papel del caos primigenio.

Asimismo, Zeus es el dios del rayo y de las tormentas (el rayo era un elemento que compartía la imagen de este “Zeus astral”), gobernante del mundo y del destino de la Humanidad en su conjunto. Este último es un dato muy interesante porque concuerda con la descripción del dios arcano de la mujer hipnotizada.
Prometeo en su castigo eterno

En arreglo de estos conceptos, a mi memoria viene también el relato de Prometeo. Aquel hijo de Zeus que le ofreció al ser humano el fuego que le permitió aproximarse peligrosamente a los dioses en contra de la voluntad de su padre. Recibiendo por tal osadía en algunos relatos el castigo de ser devorado diariamente por un águila gigante, sin duda la Flammiger Ales, enviada por su progenitor. Es curioso reconocer que dicho mito puede encontrar eco en el relato bíblico del Árbol del Bien y del Mal, y del posterior castigo de Adán, Eva y la Serpiente.

Cuando entendí esto, y siguiendo una corazonada, me di a la tarea de buscar otros dioses del rayo en otras mitologías y encontré correlaciones fascinantes. Descubrí una larga lista de dioses indoeuropeos, mediterráneos y asiáticos que pueden responder a las reminiscencias de aquel Zeus referido por aquella paciente en estado de hipnosis.

Así pues, comenzando con la lista menciono a Taranis dios principal de la mitología celta de los pueblos de la Galia y Britania. Era conocido por el apelativo del “Atronador”, era a su vez dios padre y regente del Cielo, rey del trueno, de la luz, de la Rueda Cósmica (conocida en otras culturas como la Rueda de las Reencarnaciones), señor de las estaciones, del día, amo del Infinito, regente de la agricultura y asociado a la naturaleza vegetal. Llamativas coincidencias con el Zeus mítico y astral referido en sesiones de hipnoterapia.
Dios Thor, vinculado al rayo
Por su parte, encontramos también a Thor en la mitología nórdica y germánica amo de las plantas, la agricultura, el trueno, el clima, protector de la Humanidad, la sabiduría, la magia, las runas. Era además reconocido como dios de la guerra que había logrado acabar con hordas de gigantes abominables del comienzo de los tiempos. Del mismo modo, podemos hablar de Indra rey de los dioses y deidad suprema en la antigua religión védica. Es también el señor de la tormenta, el rayo, la vegetación y la guerra. Es aquel que todo lo sabe y que ve todas las cosas que pasan en el mundo. Se dice que tiene miedo de perder su lugar como Regidor de la Creación y por eso manda huestes de prostitutas celestiales a desviar a las almas más evolucionadas entre los hijos de los hombres, de tal modo que nunca lleguen a alcanzar Su nivel de evolución.

De otro lado, siguiendo el rastro indoeuropeo de esta figura arquetípica encontramos a Perún; dios supremo del panteón eslavo. Amo del rayo y el trueno. Representado indefectiblemente por el águila y por el toro. Señor del firmamento, el fuego, las armas y la guerra. Si mencionamos, a su vez, a los pueblos mediterráneos descubrimos a Tinia dios principal de la mitología etrusca; amo de los cielos, el rayo, las lanzas y la guerra, de los cetros (que implican dominio y realeza), además de ser el Regente del paso de Tiempo. Es sorprendente ver hasta aquí al mismo personaje: representante de la fuerza masculina, simbolizado por el águila, destructor de gigantes y ordenador de la Creación, señor del rayo y el trueno, amo de la guerra, de la agricultura y la vegetación, rey de los cielos y regente de los ciclos cósmicos y espirituales.

Dios Teshub, asociado aquí a la rueda 
Pero la semejanza no termina ahí, también podemos referirnos a Haddad dios asirio de las tormentas y los truenos, las lluvias y las plantas. Dios asociado a un toro salvaje. Igualmente, encontramos a Teshub dios principal de la religión de los pueblos hititas. Señor guerrero vinculado al toro y aniquilador del Dragón. Amo de la Tormenta y de sus manifestaciones y consecuencias naturales. Finalmente, al otro lado del mundo, en China se destaca el dios Lui-Sin. Cuyo atributo es el trueno y el rayo; y se le suele presentar como una figura monstruosa rasgando el cielo con su enorme pico de águila.

De este modo, encontramos en diferentes tradiciones del mundo (algunas separadas por miles de kilómetros) un mismo arquetipo; este es el de un dios gobernante, supremo, asociado a la agricultura, la guerra y el poder. Asimilado en algunos casos también a la “Rueda de las Reencarnaciones”. Un ser que se ve a sí mismo como un Protector de la Creación, un ordenador que está vinculado principalmente al águila, pero en ocasiones también al toro.

Asimismo, Volviendo a los datos aportados por la hipnoterapia de Calogero Grifasi, encontré otra sesión con una paciente diferente que puede hacer referencia al mismo escenario (pongo la dirección en Youtube aquí   http://www.youtube.com/watch?v=0SO7I_FeMV0). Es importante destacar que en esta oportunidad se ilumina la misma figura desde cuatro luces diferentes. En primera instancia se habla de este ser desde la perspectiva de la paciente en el estado entre vidas materiales; es decir en un momento de existencia más sutil donde se revisan los elementos no aprendidos y por aprender de la experiencia material. Allí la paciente se refiere a un ser que podría ser enganchado con la imagen que ya nos hicimos del Zeus astral, aunque no lo menciona con ningún nombre en particular.

Arconte en la mitología moderna
La mujer se refiere a él como un Ser Supremo, sin nombre, siendo él quién decide en el proceso de reencarnación, es además quién advierte que si un alma rechaza reencarnarse tendría un retroceso y no lograría evolucionar para ayudar a otros seres. Es aquí cuando la hipnosis toma un giro inesperado y el terapeuta se dirige directamente a este ente y lo interpela, lo que se puede recopilar de las palabras de este ser se enmarca en que él realmente no es un Ser Superior, pero si es está muy cerca del Ser Superior; siendo así algo como un intermediario entre Dios y los seres que experimentan los ciclos de reencarnación. Se ve a sí mismo como un Protector y nos recuerda que los seres humanos debemos aprender aquello que esta designado para nuestra evolución, que no estamos preparados para dejar de encarnarnos y que si lo hacemos quedaríamos en el “espacio”.

Posteriormente, el alma o ser astral de aquella paciente se comunica con una entidad de otro planeta con un grado evolutivo más alto y le pregunta por aquel Ser. Esta entidad se refiere a él como un Ser Superior y un Protector que se asegura que todos los seres en aprendizaje material asimilen aquello que debe asimilar. Es aquí cuando Calogero toma una vía bastante audaz y orienta al cuerpo “astral” de la paciente hacía el Origen de Todo; este es pues un lugar con muchos nombres y se destaca por ser un emplazamiento donde reina la paz, la tranquilidad y el entendimiento. Una vez allí se le pide que observe a ese Ser considerado como superior. La paciente refiere que definitivamente no es un Ser Superior y que tiene un entendimiento limitado del Universo que cree que se debe seguir determinado proceso forzosamente siendo esto un autoengaño para Él mismo.

En adición, la paciente una vez en aquel lugar entiende que se reencarna para aprender y entender que el cuerpo físico y las situaciones no son limitaciones para la potencialidad del Ser (entiéndase como el Ser de cada uno), que la idea de todo este asunto que llamamos vida es llegar a comprenderlo todo; pero que con sólo llegar hasta allí, el Origen de Todo, ya se comprende todo y no es necesario seguir la voluntad de aquel ser que se autodenomina el Protector. De hecho afirma, que la mayoría de los seres que llegan a ese sitio/estado llamado El Origen de Todo deciden volver a los mundos y reencarnar para ayudar a otros seres en sus procesos de entendimiento.

Arconte en la mitología moderna
Es en este punto, donde la paciente revela que se trata de más de una entidad regente y que se autodenominan los Protectores. Siendo seres que llegaron a ese rol porque decidieron dejar de reencarnar y se autoerigieron en aquella posición. En general son seres benéficos que tratan de asegurar que el ser “experimentador” evolucione, aprenda pero a veces asumen que hay un solo camino para tal fin; siendo este camino el que ellos mismos experimentaron en su propio proceso de encarnaciones y que tercamente manifiestan como el único. Influenciando de este modo, en ocasiones negativamente, los procesos propios de otros seres. De hecho, cuando se le pregunta a la mujer por los “arcontes” ella dice que son cuatro, siendo seres que trabajan en el planeta Tierra ayudando a evolucionar al ser humano y que la mayoría de las veces son positivos y ayudan a aquel que lo necesita.

Llegando un poco más lejos se pueden asociar las imágenes del dios águila Zeus y de los arcontes con algunas doctrinas religiosas y esotéricas. Pero antes de continuar debo señalar que dicha palabra tiene su origen en el idioma griego y se utilizaba comúnmente en la antigüedad para referirse a una amplia variedad de cargos administrativos y de regentazgo a nivel regional o local.
Demiurgo gobernado el globo

En arreglo a lo anterior, me referiré tangencialmente al antiguo gnosticismo cristiano. Esta corriente del Cristianismo primitivo abogaba que el mundo material y el cuerpo del ser humano en si no eran más que el producto de la creación de un ser que se autoproclamaba dios y que estúpidamente había hecho todas las cosas equivocadamente. Dicho ser se denominaba el Demiurgo y estaba asistido por algunos ángeles malvados llamados arcontes. Es aquí donde debo admitir que no comparto la visión “fatalista” de dicha corriente de pensamiento, por la sencilla razón que no creo que “todo lo bueno” se encuentre en el mundo de las ideas o en el espíritu y que “todo lo malo” se manifieste pesadamente en lo físico; en pocas palabras no soy platónico. En nuestra dimensión y en el nivel vibratorio en el que nos encontramos cada polo necesita del otro y siendo así más bien complementarios.

Por otro lado, si recurrimos al ocultismo moderno encontramos una reveladora y sugerente cita de Madame Blavatsky la precursora de la Teosofía, entre otras corrientes de pensamiento: “Los cuatro seres celestiales son los protectores de la Humanidad y también los Agentes del Karma en la Tierra” (DSI, p 126). Aquí se habla de cuatro seres que controlan la “Rueda de las Reencarnaciones” en nuestro planeta y que se pueden asimilar a los arcontes referidos por las pacientes de Calogero Grifasi!

Ahora bien, según la primera paciente referida en estas líneas uno de dichos arcontes se trata de un ser con cabeza de águila que tiene por nombre Zeus. Asimismo, indagamos a través de la segunda paciente que se trata de cuatro arcontes destinados al planeta Tierra. Por su parte, Madame Blavastsky puntualiza brevemente sobre su naturaleza y su función. En adición, en múltiples tradiciones esotéricas o religiosas son considerados los Registradores del Universo, garantes del Karma, seres dotados de una inteligencia universal representados al lado de Dios y por tanto seres muy elevados en la escala de la Creación. Pero, podemos saber algo más de estos cuatro Regidores del destino de la Humanidad?

Cuatro Seres Vivientes del Apocalipsis
La respuesta viene del lugar menos esperado para una búsqueda de este tipo. En el libro del Apocalipsis en el capítulo 4 se habla de unos seres que están a los pies del Trono de Dios; son llamados los Seres Vivientes y tienen unos atributos muy especiales. Además de tener ojos por todo el cuerpo, incluyendo en su interior de manera que ven todo lo que pasa en el trasegar de la vida de cada ser humano, uno de ellos tiene cabeza de hombre, otro tiene cabeza de león, otro tiene cabeza de toro y el último tiene cabeza de águila. Que similitud con el Zeus astral, Regente de los seres humanos!. En este pasaje de la Biblia se habla de ellos como adoradores de Dios, pero en otros apartes se los refiere como escribas y administradores de la Humanidad, y como tal testigos de las acciones, pensamientos, palabras y omisiones de cada hombre, mujer o niño ante el Trono del Creador.

Seres Vivientes de la visión de Ezequiel
Pero las referencias bíblicas no terminan ahí; en Ezequiel capítulo 1 se habla de la visión que tuvo este profeta del Trono de Dios. En resumen ante él  aparecieron inicialmente cuatro seres dotados de cuatro caras, una de hombre, otra de león, otra de toro y una última de águila. Seres con varios pares de alas y con patas de becerro que caminaban hacia las cuatro direcciones de la Tierra desde un punto central; simbolizando así los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos, las cuatro estaciones, etc. Pero lo más interesante es que a cada uno de estos Seres Vivientes le acompañaba una rueda que demostraba sinergia con los movimientos su Ser correspondiente. El profeta Ezequiel es aquí enfático al decir que la rueda seguía a cada Ser Viviente: “Cuando ellos andaban, andaban ellas, y cuando ellos se paraban, se paraban ellas; asimismo cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas” (Ez 1:21). No es acaso esta rueda una referencia directa a la famosa “Rueda de la Reencarnación”? Si es así, no está en consecuencia esta experiencia terrenal fuertemente influida por estos Seres Vivientes?

Representación antigua de un Lamassu
Igualmente, y cambiando un poco la luz con la que se mira este tema nos vemos evocados a mencionar a los Lamasu. Estos seres tiene una cabeza humana, cuentan con un par de alas de águila, tienen cuerpo y cuernos de toro y sus garras son de león (no obstante hay ligeras variaciones entre diferentes representaciones de esta entidad). Este ser mítico reúne todos los atributos de los seres vivientes de Ezequiel, sólo que con divergencias anatómicas. Lo llamativo aquí es que estos seres se encuentran ya en las estelas y mitos de los antiguos sumerios; la civilización humana más arcana de la que se tiene registro!. Estos seres eran divinidades protectoras del hogar y de la Humanidad para estos primeros pueblos, permeando el arquetipo a prácticamente todas las culturas del Próximo Oriente en diferentes periodicidades cronológicas. De hecho, la traducción de Lamassu al acadio es Kuribu de donde viene la palabra Querubín, heredando también sus atributos y significados; la única diferencia es que el querubín del Cristianismo sólo tiene forma de hombre con alas.

En efecto, es curioso que para algunas corrientes místicas cada uno de estos Seres Vivientes se asocia a uno de los ángeles, arcángeles o querubines (dependiendo de la jerarquía angélica que se consulte) principales de la tradición judeo-cristiana. Así Miguel se relaciona al León, Gabriel al Hombre, Rafael al Toro y Uriel al Águila. En este orden de ideas puede ser Uriel otro nombre atribuido a Zeus, Taranis, Thor, Lui-Sin entre otros?

Dios sumerio con cabeza de águila
Del mismo modo, seres con fisionomías iguales al Zeus astral hacen parte de los grabados más antiguos de las culturas sumeria y egipcia. Así, como en múltiples tradiciones mitológicas-religiosas del mundo entero adoptan diferentes deidades o seres con cabeza o rasgos taurinos, felinos o simplemente humanos. Así pues,  bajo cuantos nombres?, en cuantas culturas se han representado y manifestado estos Regentes de la Humanidad?. Cuál es su verdadera influencia en nuestra vida diaria? Cuál es su poder sobre nuestro karma y sobre nuestra evolución? Hasta dónde debemos escuchar su voz y desde dónde debemos alejarnos de sus designios? No son hasta cierto punto los guardianes de nuestra prisión kármica? No son acaso como padres protectores que quieren guiar a sus hijos, cortándole las alas inconscientemente para evitarles mayor dolor y sufrimiento? Acaso existen esos elementos dañinos de los que nos quieren proteger estos Seres Vivientes y no serán tal vez estos peligros fruto de Sus propias sombras? Puede ser posible que la imagen de ese Indra inseguro y celoso respecto al ser humano, pueda ser aplicable los Seres Vivientes?. Multitud de preguntas nacen aquí!.


Finalmente, lo único que puedo hacer es votos por entender un poco más este asunto de los Protectores, su influencia, su labor y nuestra verdadera posición respecto a ellos mismos y su voluntad.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Tétrada Oscura

Cancerbero ha aparecido muchas veces en mis sueños. La bestia tricéfala se muestra amenazante, pero nunca consigue alcanzarme. Pero, y si no quiere atraparme? Si sólo me quiere mantener alejado de algo?
Estos cuestionamientos me llevan a recordar un sueño que tuve hace algún tiempo relatado en el artículo “El Dragón Alado y Otros Arquetipos Internos”. En aquella ocasión caí por accidente en un pozo en el que se hallaba el can de los Infiernos. Como es usual en su carácter el perro intentó devorarme en el acto. En esa oportunidad llegué a escapar internándome en un pasillo oscuro, bajo y mal ventilado. De repente, de la nada surgieron dos enormes licántropos que me querían hacer pagar por la osadía de ingresar a ese submundo de tinieblas. Sin aviso, dos hombre con sendos garrotes lograron neutralizar los lupinos y también a Cancerbero.

Una vez me vi a salvo, me percaté del contenido de aquel laberinto en la Oscuridad; en las celdas individuales atados a las paredes de roca, con cadenas, se hallaban varios hombres con barba y turbantes gimiendo calladamente. Sólo hasta ahora logro interpretar esa parte del sueño: estos hombres eran peligrosos “terroristas” para el “yo-consciente”. Algo así como un símil a la imagen propagandística norteamericana, donde se culpa a un grupo de chivos expiatorios de los propios problemas y carencias. Estaba en algo así como el Guantanamo de mi interior.

De este modo, más allá de señalar la evidente impotencia de los cautivos y la injusticia ejercida por el “yo-consciente”, lo más importante era conocer las identidades de estos reos e identificar por qué estaban allí. Precisamente, porque si yo los tengo atrapados en mi prisión interna, yo también los puedo redimir.

Se trata pues, de lo más oscuro de lo más oscuro. Criaturas no habituadas al más pequeño rayo de luz de sol. Entidades llenas de odio, rencor, impotencia y sed de venganza. Es en esa fría y mohosa prisión donde se oculta lo maldito, lo indecible, lo desechado por todos y para todos; la escoria, aquello que realmente me paraliza y me aterra.

Pero conocer sus identidades usaré el lenguaje simbólico y mitológico; porque a pesar de los conocimientos y tecnología actual seguimos siendo como especie seres sumamente mitológicos y mágicos. Pero antes de seguir, debo advertir que mi exploración debe ser cuidadosa, porque si alguien se tomó la molestia en poner a Cancerbero en la boca del túnel es por alguna razón. Por tanto, debo comenzar esta aventura con cautela y mantenerla en el tiempo con inteligencia y conectarme con mis instintos y bajo la guía de la Señora Perséfone; a la cual pido su protección.
En este orden de ideas, lo primero que debo reconocer es el equilibrio y correspondencia. Por tanto, si tengo cuatro dioses principales (arquetipos en los que me baso para ordenar mi vida) debe haber asimismo un número igual de dioses oscuros.

Asimismo, debe representar cada uno bloques enormes de mi Sombra. Algo así como las raíces de la misma. Así pues, después de haber pensando en esos cuatro nódulos de mi propio “mal” identifiqué estos aspectos: dominio, crueldad, destrucción ciega y miedo.

Así, mi arquetipo del dominio se traduce en la imagen del Demiurgo. Aquel ser que exige adoración exclusiva, que ordena la muerte de pueblos enteros lleno de ira, que acepta sacrificios de multitud de aterrados animales y en algunos casos de seres humanos, que afirma haber creado el mundo, que condena (y predestina) almas para el Infierno, que juega a los dados con Satanás, que fomenta fanatismos y la intolerancia, que hipócritamente reprocha el fratricidio cuando se regodea en sus frutos, que somete a la mujer a la servidumbre, el silencio y la opresión. Este dios es pues aquel Yo Soy que ha tenido además muchos otros nombres como Yahvé, Alá, el Padre, Baal, Assur, El, etc.

Es esa Voluntad de Poder, de superioridad casi fascista, que a veces inflama mis venas en conjunción con parte de mi temprana educación en el racismo, la creencia en la propia superioridad y la intolerancia. Todo esto me hacía soñar con un mundo “mejor” donde la raza blanca, la gente educada y de buena familia gobierne sobre las absurdas, incoherentes y bestiales masas populares de gente oscura y mentalmente inferior.

Durante años admiré a la Alemania Nazi por su poder, estructura y visión del orden por encima de lo humano. Estos hombres y mujeres, que por supuesto no defiendo, hicieron a su manera lo que el Señor le ordenó al pueblo de Israel a su entrada a Canaán. Con sus máximas como: yo soy, yo ordeno, adórenme o perecerán, séanme fieles o sufran mi ira, etcétera el Demiurgo es una de las raíces de mi Sombra.

Por su parte, encuentro en Huitzilopochtli la representación de mi propia crueldad. Según los cronistas - aclaro que no hay que creer en todos los que dicen - a este dios azteca se le sacrificaban casi a diario cautivos, esclavos y niños. El motivo de dichas inmolaciones es bien conocido; alimentar al dios en su lucha nocturna por renacer al día siguiente, porque Huitzilopochtli era la deidad del sol para los aztecas.

En algún sentido, sacrifico al mismo dios por todos los dioses mesoamericanos. Lo convierto en la encarnación de la crueldad no por sus características intrínsecas, sino por las ofrendas que los antiguos mesoamericanos hacían a sus dioses. Inmolaciones de innumerables personas con distintos métodos como extracción del corazón, ahogamiento, desollamiento, incineración, etc.

Pero no sólo se trata de los sacrificios inmisericordes a las deidades. También de la profanación de los cadáveres de las ofrendas por medio de la decapitación, columnas de cráneos, lanzamiento de los cuerpos por las escalinatas de los templos y sobretodo el canibalismo ritual. Muchos de los cadáveres eran usados para preparar una comida con carne humana y al parecer también podía llegarse a beber la sangre del sacrificado en un acto religioso.

En mi caso, toda mi vida he huido a mi propia crueldad. Sacrificar a otros seres humanos de maneras dolorosas, sentir su pánico, alimentándome de esa energía, bañarme en la sangre de las víctimas desvalidas y hasta probar carne humana se equiparan a “terroristas” que están confinados en lo más horroroso y profundo de mí Abismo. Está en mí reírme con el dolor y el desconcierto de un animal desollado vivo o del terror y la indefensión de una familia asesinada en un genocidio; son parte de las carnes podridas de la inmundicia que quiero tener encadenada toda la vida.

De hecho, cuando era más joven fantaseaba con nuevos y ejemplificantes castigos públicos para los criminales. Cosas horribles por cierto, que tenían el potencial de hacerme llorar de risa. Así pues, crueldad, indiferencia, sentido de superioridad, falsa justicia, indolencia y depredación son características de este arquetipo para mí.

Por otro lado, Azathoth representa la destrucción ciega. Tomado de la mitología lovecraftiana es un dios que la mayor parte del tiempo permanece latente, dormitando antes de su aterrador despertar. Cuando lo hace este enorme ser amorfo y primigenio destruye todo sin mediación, misericordia o consciencia; sólo destruye. Por eso está enclaustrado en algún recinto especial de la trama espacio-tiempo esperando su momento para acabar con todo lo existente; como un hoyo negro.

Azathoth es esa parte no consciente de mi Sombra; caníbal, autodestructiva, sin control, inconsciente. Aquel ser que come su propia carne, bebe su propia sangre, destruye y come todo lo que se le acerca. No tiene otro motivo de ser que aniquilar, dañar, comer, desgarrar, absorber; ferozmente, sordo, ciego, oscuro.

Algunas veces, sobretodo en mi adolescencia, me miraba al espejo y sentía justamente eso. Quería destrozarme la cara con los dedos, comer mis ojos, incendiar la casa, romper el espejo, matar y tragar a todo el mundo, gritar y chillar sin sentido, ingerir tierra y excrementos, escupirlos a la cara de todos. Es ese descontrol destructivo lo que se refleja en el origen o raíz que representa este dios.

Por último, mi inseparable y oscuro compañero: el miedo. Fobos es el dios griego de esta realidad. Hijo del dios de la guerra y el derramamiento de sangre, Ares, luchaba siempre junto a su padre y a su hermano, Deimos el terror. Produciendo pavor en las tropas de ambos bandos; asegurando así la matanza. Del mismo modo, su hermano paralizaba de pánico a los combatientes; entregándolos al sacrificio al dios de la guerra. Pero Fobos no se limita al ámbito de la guerra, era el productor, el mecenas de todo tipo de miedo. Helando los huesos de los seres humanos.

En mi caso, el miedo ha sido un constante invitado a lo largo de mi vida. He dejado de vivir muchas cosas atendiendo a sus susurros en mi oído. Pero también Fobos se presenta ante mí como el miedo a la Oscuridad, a mis propias Tinieblas. Miedo a lo que puedo llegar a hacer, a mi propia Sombra. Pavor a mis manos, a mi mente, a mis dientes, a mis brazos, a mi propio corazón. También se muestra como miedo a la pérdida: del trabajo, la familia, la pareja, la salud, el dinero, la razón, la cordura, el autocontrol. Miedo al dolor, a lo desconocido, a la muerte, a la vida, a Dios,  al miedo mismo. Durante toda mi vida he sido presa de Fobos, porque lo he decidido; pero también porque me criaron con miedo a todo.

Estos dioses oscuros serán la base del dualismo complementarista que sugiero. Serán los que se enfrenten a Buddha, Shiva, Inanna y Yemanyá en mi mitología. Pero terminarán integrándose a estos últimos. Porque el Demiurgo, Huitzilopochtli, Azathoth y Fobos hacen parte de todo, de todos, de mi Sombra, de mí mismo. En este sentido, mi objetivo es codificar mi proceso de integración en una especie de mitología terapéutica como herramienta para cumplir mi función en la vida.

Bastet

Soy un amante de los gatos. Me gusta su independencia, su fuerza energética, su mirada enigmática, su ternura y al mismo tiempo el inesperado instinto salvaje que aún mantienen. En la mitología egipcia hay una diosa que evoca a la figura del gato. Ella, Bastet, es una diosa benéfica que simboliza la alegría de vivir, la armonía y la felicidad. Pero también puede mostrarse fiera y sanguinaria en ciertos casos; si se la tienta. Como los gatos.

Del mismo modo, Bastet es asociada con la Luna y sus poderes como la Señora Yemanyá. Pero también se asocia al planeta Venus como estrella. De hecho, muchos historiadores asumen que equivale a los aspectos más cálidos de la Diosa Inanna.

En mi caso, justo en este momento de mi vida necesito la fuerza de la alegría de vivir. Porque a veces la tristeza me quiere asaltar. Por eso le pido protección a la Señora Bastet que traiga bienestar a mi vida, para que proteja mi hogar y para que me ayude a hallar la armonía en mi interior-exterior, entre mis aspectos luminosos-oscuros, entre la alegría-tristeza.


Me encomiendo a ella para que me guie en el encuentro del equilibrio esencial para este camino emprendido. Pero estas líneas me parecen demasiados bucólicas, retoricas y carentes de espíritu festivo… Bienvenida Señora Bastet a mi vida y a mi casa; trae con tu luz de Luna la alegría a mi hogar y la armonía a mi ser. Bendita seas amada diosa bienaventurada!


jueves, 25 de septiembre de 2014

Perséfone: Señora de las Tinieblas, mi Guía en la Oscuridad

Hace un par de días encontré un artículo muy interesante en el blog llamado “Las Gemelas Francis” sobre el arquetipo de Perséfone de la mitología griega. Dicho artículo lo pongo casi completo en este post y dejo aquí el link de dónde lo obtuve para el deleite de todos ustedes y reconociendo los derechos de autor de este interesante blog. http://lasgemelasfrancis.blogspot.com/2012/12/el-mito-de-persefone.html

Me llama tanto la atención este arquetipo porque es justo lo que necesito en este momento: una guía en mis periplos por el Abismo. Desde hace algunos años lucho con una depresión mayor grave que ha cambiado sus nombres clínicos multitud de veces. Es precisamente gracias a esta condición que empecé mi reconocimiento de mis sombras, mi oscuridad y mis laberintos desde hace algún tiempo. Esta tristeza me ha intentado embargar nuevamente y rogué por una mano que me llevará por los peligros del Abismo, un camino que he decidido conscientemente seguir.


Es por esto que Perséfone se erige como mi guía en las Tinieblas; porque ella como yo decidió comer de los frutos del Averno y así optó por interiorizar la experiencia de hallarse inesperadamente en las entrañas de la Oscuridad. Perséfone representa un camino de iniciación, que como todo camino autentico de este tipo no tiene asociación moral; no es ni bueno ni malo. Por tanto, elijo tomar su mano y descender con ella a lo más profundo de mi interior; al más aterrador Abismo porque parte importante de mi trabajo como ser humano está allí. Mi tarea está incompleta aún.

Sin más preludios expongo el artículo mencionado, abusando de la generosidad del aquel autor/es del blog de Las Gemelas Francis:


Aunque se la conoce más por ser la hija de Deméter, Perséfone es una de las diosas más poderosas del panteón griego. Ella representa a la "Kore", la Triple Diosa (Doncella-Madre-Anciana) en su aspecto de doncella.

 "Perséfone es la Diosa del Alma"- explica Michael Babcock, "porque ella vive en la oscuridad del mundo subterráneo (análogo al inconsciente) que es lo que constituye el Alma. En la celebración de los antiguos Misterios Eleusinos, Perséfone garantizaba la sabiduría a los iniciados, porque ella es la Diosa de la Oscuridad, una diosa de incómoda sabiduría y poder temible. Perséfone representa la habilidad de gobernar aquellos aspectos de nuestro ser que nos aterrorizan".

 La presencia de esta diosa representa la necesidad de ir hacia adentro para ganar conocimiento al contemplar la vida desde un lugar profundo.

El motivo por el cual Perséfone no pudo volver definitivamente con su madre es que había probado la granada sagrada y, quien comiera de ella, jamás podría retornar al mundo de los vivos. Lo que Deméter no supo fue que su hija en verdad había comido la fruta por propia voluntad y, a pesar del gran sufrimiento que soportó al ser separada de su mundo idílico, las duras pruebas por las que debió pasar la convirtieron en maestra y guía de las almas de los muertos, en su pasaje al mundo subterráneo.

Podemos tomar conciencia de la presencia de Perséfone como un arquetipo de nuestra personalidad en el momento en el que aparece una depresión profunda. Las depresiones representan ese mundo subterráneo en el que "la niña" tendrá que iniciarse a los efectos de convertirse en una mujer plena.
En la vida moderna, la depresión es tomada como un enemigo al que se ataca con medicamentos, muchas veces perjudiciales, ya que no permiten "ir al fondo" de lo que nos ocurre, al tapar los síntomas y adormecer nuestra capacidad de ver y discernir con claridad. Las depresiones son estados que encierran una gran riqueza y un enorme aprendizaje, si estamos dispuestas a atravesarlas con coraje. Cuando salimos de ellas ya no somos las mismas "doncellas", sino que nos convertimos en mujeres seguras de quiénes somos y de cuál es nuestro rol en la vida."

                          Los rostros de la Diosa. SANDRA ROMAN. Ed. Kier

 Cuando hay un antes y un después, cuando se da un acontecimiento que marca el momento en el que la vida cotidiana se precipita a su fin, lo que a menudo ocurre con los asuntos médicos, el cambio acontecido tiene la fuerza de un desastre natural, un terremoto personal que sacude el suelo que nos sostiene. Antes del diagnóstico, antes de la operación o el accidente, antes del descubrimiento de que algo no marchaba bien, vivimos en la inocencia o en la desidia. Entonces todo sufre una mudanza, y creemos que ya nada volverá a ser igual.

 Acaso sintamos lo que Perséfone, la doncella de la mitología griega que estaba recogiendo flores en un prado cuando la tierra se abrió ante ella, y de la brecha más profunda y oscura emergió Hades, el Señor del Inframundo, con su carro oscuro arrastrado por caballos zainos, presto a secuestrarla. Tomó a Perséfone consigo y a continuación los caballos y el carro, transportando a Hades y a la aterrada Perséfone, se hundieron por donde habían venido, y la tierra volvió a cerrarse como si nada hubiera pasado.

 En un principio, Perséfone solo se preocupaba por coger hermosas flores; el cielo era azul, el sol cálido, y todo estaba en orden. Al poco, se encontraba en el inframundo y todo había cambiado. Le arrebataron su inocencia y su seguridad; se encontraba desvalida y a merced de fuerzas más allá de su conocimiento. Perséfone es el lado inocente de mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, que encuentran en Hades al responsable del incesto, la violación, el rapto, la traición, de todo acto imprevisible e inesperado que nos sacude y nos hace conscientes de nuestra fragilidad física o emocional. Hades es también el acontecimiento simbólico que nos expone a un conocimiento específico del bien y del mal. Antes de la aparición de Hades, nos sentimos a salvo; una vez que ha llegado, dejamos de estarlo.

La enfermedad como un descenso del Alma al inframundo es una metáfora que llega a la mente intuitiva y al corazón una comprensión profunda que de otro modo no alcanzaríamos conscientemente. También se da en el lenguaje del Alma. Cuando una enfermedad grave se manifiesta o es posible, puede asimilarse metafóricamente a un secuestro en el inframundo -ese reino subconsciente o inconsciente- donde nos asaltan temores y debilidades que normalmente dominamos y mantenemos a raya: acaso estemos expuestos al temor a la muerte o al dolor, a la amputación, la dependencia, la deformación, la locura y la depresión, la pérdida de las relaciones, el trabajo, la virilidad o feminidad, las oportunidades vitales y los sueños. Tememos ser un lastre, económicamente o de otro modo; tememos por nuestros hijos u otros seres que dependan de nosotros; nos aterra no volver a ser quienes éramos, y en ocasiones estos temores se agravan en función del trato que nos brindan los demás o por nuestra reacción cuando los miedos de la infancia se suman a las ansiedades de la vida adulta. Podemos hundirnos en el pozo de la autocompasión o encenagarnos obsesivamente con la pregunta "¿por qué a mí?"(…)

 El inframundo es también el reino del Espíritu, un lugar de gran riqueza interior. Es el reino de Plutón -el nombre latino de Hades-, que alude a riquezas o tesoros subterráneos. Es el estrato psicológico que contiene las capacidades potenciales que no hemos desarrollado, los talentos e inclinaciones que nos fueron caros, las emociones que ocultamos a los demás y olvidamos. Aquí comienza la búsqueda psicológica del sentido y la totalidad. (...)


 Para muchos, este mundo espiritual interior es un país extraño. La persona extrovertida que se jacta de ser lógica y práctica, los abnegados que no pueden dejar de ocuparse de las necesidades ajenas, los obsesionados con el trabajo para quienes ser productivos es un rasero de su valía, a menudo no se han internado en su propio mundo interior. En estos casos, los recursos que este puede poner a nuestra disposición para sanar el cuerpo y el alma han de ser aprendidos. (...)

 Si una persona ha sido secuestrada y llevada al inframundo de la enfermedad física o psíquica, y existe aunque sea una remota posibilidad de volver al mundo de los vivos, un vínculo con alguien que no la haya abandonado puede suponer una diferencia decisiva. Sin Deméter, Perséfone habría permanecido en el inframundo, pero Deméter no la abandonó. Primero la buscó durante nueve días y nueve noches, y no la encontró en ninguna parte. Entonces supo que  Hades la había secuestrado con el consentimiento de Zeus, y le dijeron que debía aceptarlo ya que ella no tenía poder para evitarlo, y aparentemente tampoco podía alterar la situación. Pero Demeter no se resignó a esta pérdida. Mientras Perséfone estaba en el inframundo, su madre sufría. Al principio ardía de cólera y no podía comer, dormir, asearse o cuidar de su apariencia. Deméter estaba furiosa por lo que había ocurrido, y entonces trató de sublimar su pérdida cuidando del hijo de otra mujer. Al fracasar esto, se recluyó en su templo, deprimida, y como consecuencia de ello, nada creció en la superficie de la tierra. (...) 

Como Diosa de los Cereales, era la más generosa de las divinidades, el arquetipo materno que regía la fertilidad de la tierra. Ahora, a Deméter dejó de importarle si el mundo moría. Nada germinó en el orbe. No hubo más retoños verdes, ni flores, ni vida nueva. El mundo empezó a convertirse en un erial. Nada crecería a no ser que Perséfone fuera entregada a Deméter, y como la hambruna amenazaba con extinguir a la raza humana, Zeus advirtió que si esto ocurría, no habría nadie que le rindiera culto. Por lo tanto, envió a Hermes para que trajera de vuelta a Perséfone.

 Deméter permanecía en su templo, apesadumbrada, cuando oyó el ruido de un carro. Era Hermes devolviéndole a su hija. Salió del templo y corrió hacia ella, mientras Perséfone, que no pensó volver a ver a su madre, saltó del carro. Cuando sus pies tocaron el suelo yermo, hiervas y flores brotaron a su alrededor. Había vuelto la primavera.

 Una vez que Deméter y Perséfone volvieron a reunirse, la primera le preguntó a la segunda: "¿Has comido algo en el inframundo?". Si no lo había hecho, sería como si nada hubiera pasado. Seguiría siendo lo que era, hija y doncella, y podría pasar los días recogiendo flores. Pero Perséfone había comido semillas de granado en los infiernos, lo que significaba que periódicamente tendría que regresar allí. Metafóricamente, comer las semillas implicaba que Perséfone podría asumir o interiorizar la experiencia. A partir de ese momento podría desplazarse tanto por el inframundo como por el mundo superior, pero ya no como víctima sino como guía para otros. Interiorizar una experiencia dolorosa es un acto de conciencia. Implica sumergirse en lo que ha ocurrido en lugar de anonadarse emocionalmente y tratar de olvidar.

 Quien comprenda el carácter único de su propio dolor y la universalidad del sufrimiento adquiere una lucidez compasiva, que se refleja en sus actos y en las relaciones con los demás. Las personas que niegan su propio dolor o creen que son las únicas que sufren no pueden empatizar con el sufrimiento ajeno. Si la enfermedad es verdaderamente un punto de inflexión, no regresamos al lugar donde nos encontrábamos. Aquellos que han aprendido, a partir de la experiencia, lo que significa el dolor físico o psíquico, el suplicio corporal, pertenecen a un mundo aparte; les une un vínculo secreto. Todos y cada uno de ellos conoce los horrores del sufrimiento a que está expuesto cada ser humano; todos y cada uno conocen el anhelo por librarnos de ese dolor. Aquel que se ha liberado del dolor no ha de pensar que ahora se encuentra libre, presto a vivir como lo había hecho antes, olvidando completamente el pasado. Ahora es un "hombre clarividente" que conoce el dolor y la angustia, y debe contribuir a "vencer a estos dos enemigos", hasta donde la capacidad humana pueda, y aportar a otros la liberación de la que él mismo disfruta.

 Al final del mito, cuando Perséfone regresa del infierno, la acompaña Hécate, la Diosa de las Encrucijadas, cuyo momento es el crepúsculo. Hécate era la anciana sabia que consoló a Deméter a su regreso de la infructuosa búsqueda de su hija y le aconsejó que descubriera la verdad de lo ocurrido. Fue Hécate quien acompañó a Deméter para hablar con el Dios Sol.

 Gracias al himno homérico a Deméter sabemos que, desde que Perséfone regresó del inframundo, Hécate la precede y la sigue a todas partes. Como Diosa de las Encrucijadas, Hécate podía ver en tres sentidos a un tiempo. Podía ver de dónde venimos al llegar a un cruce de caminos, y al tiempo discernir dónde nos conduciría cada uno de ellos. Si emprendemos un descenso y regresamos, adquirimos algo de la sabiduría de Hécate al interiorizar la experiencia y hacernos más conscientes de nuestros abismos y de cómo el sufrimiento nos conduce al inframundo de la experiencia humana compartida. Es un conocimiento físico y espiritual acerca de los ciclos de la vida-muerte-vida. Hécate es el arquetipo de la comadrona, la anciana que ayuda a dar a luz o insufla nueva vida al mundo. Su aceptación del nacimiento, la muerte y el sufrimiento como partes integrantes de la experiencia humana contribuyen a ampliar nuestra visión. Cada vez que cumplimos un ciclo de descenso y ascenso, adquirimos parte de su sabiduría, que podremos utilizar cuando otro ciclo nos fuerce a caer de nuevo, o cuando escoltemos a otros en su descenso. Perséfone pudo convertirse en Reina del Inframundo y en guía para las almas gracias a que la sabiduría de Hécate estaba junto a ella.

            El sentido de la enfermedad. JEAN SHINODA BOLEN. Ed Kairós.

 La diferencia entre vivir desde el alma y vivir solo desde el ego radica en tres cosas: la habilidad de percibir y aprender cosas nuevas, la tenacidad de atravesar senderos turbulentos y la paciencia de aprender el amor profundo con el tiempo...Se necesita un corazón que esté dispuesto a morir y nacer y morir una y otra vez.

                            CLARISSA PINKOLA ESTES

viernes, 19 de septiembre de 2014

El Experimento Ruso del Sueño

Desde hace un par de semanas, cada vez que salgo a la cocina en las noches; al ver el apartamento en silencio y oscuridad siento miedo. Creo que en alguna esquina o sentado en algún mueble hay un espíritu malvado que me espera. Anoche me di cuenta que realmente ese temor es un temor a mí mismo. De hecho, cuando me senté en el borde de la cama con los pies sobre el suelo imaginé que una mano salía de debajo y me tomaba el tobillo. Por supuesto me dio pavor, y por supuesto  decidí mantener los pies en el suelo un rato sintiendo que esa mano sólo puede salir de mi interior; sin importar si la siento físicamente o sólo de manera mental.

Hoy tuve la oportunidad de ver un vídeo llamado ‘’El experimento ruso del sueño” subido por Pablogonzae en Youtube. Más allá de si el relato es real o no, realmente no tiene importancia, el punto está en que es una interesante historia sobre la conexión directa con la Sombra; en efecto con la parte más oscura de ella. Esta cara de la Sombra es aterradora, realmente.

Lo único que diré además de invitarlos a ver el vídeo, que pongo adjunto, es que ante una visión tan horripilante de ese aspecto de nosotros mismos  debemos entender la naturaleza de ese terror. Es un miedo que nace, y por eso alimenta la Sombra, del miedo al abandono. Este último esta calado en nuestros huesos; tal vez porque somos seres sociales y desde siempre hemos sabido que ser expulsados del grupo social – la tribu, la familia, la sociedad – es equivalente a la aniquilación del ser. Antes una muerte física, ahora tal vez emocional y más dolorosa. Es justamente por eso buscamos encajar desesperadamente la mayoría de veces.
 

Esta faceta de la Sombra encarna todo lo contrario; representa la locura, el salvajismo, la autodestrucción y tal vez identificar este ‘’ser’’ dentro de nosotros es lo que nos aterra tanto. Para finalizar, puedo decir que ante tal pavor no sirve de nada ignorarlo; hacer que no es con nosotros o que no nos afecta. Porque así lo único que hacemos es alimentar el poder de la Sombra; nutriéndola con la energía vital que empleamos en contenerla. Por otro lado, enfocarse sólo en los aspectos luminosos de nuestro ser nos lleva a lo mismo resultado: una Sombra más nutrida y amenazante. Creo sinceramente que la clave está en el equilibrio; no hay que dejarla salir desbordadamente, pero si hay que reconocerla, integrarla. Tal vez aquello que la apacigua es precisamente el reconocimiento.


P.D: Las imágenes obviamente no corresponden con la historia, no se dejen sugestionar por lo que ven sus ojos.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Reencarnación?

Hace algún tiempo hice un ejercicio de regresión a vidas pasadas en la comodidad de mi casa y con los bolsillos vacíos, con la ayuda de un par de grabaciones que bajé de internet (Hablo sobre el estado de mis finanzas porque aunque quería tener esta experiencia, no tenía el dinero para pagar algo similar). Cuando terminé acudí a mis recuerdos de la experiencia y los escribí inmediatamente. Cabe anotar que cada una de estas ‘’personajes’’ tiene una intensidad emocional diferente y eso se nota en la pasión y el estilo de las líneas que siguen, siempre en primera persona:

Samara. Holanda, era una niña pobre del siglo XVII. Viví siempre cerca al mar sin haberme subido jamás a un barco. Mi padre fue capturado, llevado a las mazmorras y muerto por los españoles. Mi hermano mayor se fue en un navío y nunca volvimos a saber de él. Me quedé sola con mi madre; una bastarda con cara de cerdo que me insultaba. Tenía dos hermanos menores: Lief y Nicholas. La maldita vieja estaba enferma y no salía de la cama. Yo debía trabajar para malvivir. Lo hacía en una factoría cerca de la costa. Siempre llevaba las manos sucias. Yo era flaca, rubia, débil y sentía mucho odio por los españoles y por mi madre.

La maldita murió y yo tuve que cuidar a Nicholas y a Lief. Las autoridades de la ciudad me los querían quitar! Yo intenté escapar, pero me quitaron a Lief. Logré huir con Nicholas en los brazos; él era aún muy pequeño. Me dirigí al sur por la costa. Llegué a lo que hoy es Bélgica. Allí trabajé como prostituta; así pasaron muchos años. Nicholas se convirtió en un hombre joven, él trabajaba haciendo cualquier cosa. Un día se fue y me dejó sola el desagradecido!

Después, tuve dos hijos sin padre: un niño y una niña, por ese entonces se desató la guerra con Francia. De repente no veía nada: había mucho humo y estaba oscuro, buscaba a mis hijos; la niña era apenas un bebé y murió. Abandoné su cuerpo; en ese momento debía huir con mi hijo en brazos y logramos escapar! Pero, alguien me perseguía porque decían que había dejado morir a la niña; no pude hacer nada por ella como con Lief! La historia se repitió!

Pasó el tiempo. Estaba enferma; tosía mucho, estaba en cama. Mi hijo ya era un muchacho. Él nunca me abandonó. Morí joven; no tenía más de cuarenta años. Estuve algún tiempo en un lugar gris, llorando. Aprendí que se viene al mundo solo; que no debo apegarme a nadie.

Continuo con una siguiente vida: Armos, Egipto, principios de la Era Cristiana. Estaba en una ciudad costera y era un esclavo. Era hijo de esclava y nunca me había alejado de aquel lugar. Tenía veinte y tantos años, era un hombre atlético, moreno y con el pelo muy corto. Usaba sandalias de piel, una túnica café de lino crudo y un cinturón trenzado de cuero. Siempre había hecho lo que me ordenaba el amo: era un viejo miserable, gordo, egocéntrico. Él se hacía pasar por romano. En el fondo lo quería como mi familia; había sido toda la vida mi figura paterna y nunca fue malo con mi madre o conmigo.  

En aquella existencia no quería tener hijos porque no quería que fueran esclavos como yo. Yo quería ser libre. Desde pequeño había obedecido a mi madre y al amo en los asuntos de su casa y luego en sus negocios.

En algún momento, había un sucio liberto que robaba al amo; yo me di cuenta y lo denuncié. Al enterarse el amo lo quería matar y el desgraciado huyó. Cuando sucedió eso el amo me puso la mano en la espalda y me dio las gracias por mi servicio; para mí aquello fue maravilloso!

Poco tiempo después el amo me encomendó la tarea de transportar una suma de dinero. Iba con una túnica fresca con capucha, ocultando mi rostro, con una antorcha en la mano en paralelo al acueducto. Estaba solo y el liberto apareció con dos hombres más; después de dirigirme unas breves palabras me apuñaló en el riñón, hubo también una perforación  en el estómago y  un corte profundo en el cuello del lado izquierdo. Caí al suelo y los criminales me golpearon; me patearon salvajemente. Me desangré, mientras veía los hombres correr con el dinero del amo. Al morir, observé sus sandalias y la antorcha que yo portaba; cerca a mi cuerpo. Cuando abandoné mi forma corporal floté libre; hacia la luz. Yo quería ser un buen esclavo y así tal vez ganar la libertad. Pero realmente nunca la obtendría; no con el amo que tenía. Aprendí que mi primera lealtad debe estar conmigo mismo. Debo buscar mi propio destino; ser libre!

Finalmente, tuve una última experiencia. Ahmata, una mujer blanca y muy bella descendiente de una antigua familia de estirpe griega. Viví sobre el siglo IV d. C. y fui sobrina del emperador del Imperio Persa. Me sentía superior en mi juventud; tenía esclavos que me asistían. Era una mujer muy consentida por la vida! Aunque mi padre había muerto de una manera muy extraña; él estaba en las Torres del Silencio. Con su partida, se había ido para mí la protección. Me casé con el sátrapa de una provincia occidental del Imperio; justo dónde ahora está la frontera de los actuales Siria e Irak. Mi tío, nos mantenía bajo amenaza! Nos sometía cautivos a mi esposo y a mí en una jaula de oro.
Pasó el tiempo y volvimos a la capital imperial. Durante mucho tiempo deseé la muerte de mi tío; pero me sentía impotente, amenazada. Además, tenía el ‘’vientre seco’’: nunca pude producir descendientes. Después del tiempo fue claro que no era una amenaza para el Gran Emperador!. En consecuencia, empecé a sentirme más tranquila, exiliada en el palacio imperial; había mucha gente que me quería. Pero algo muy fuerte para mi pasó: en alguna fiesta en palacio mi tío me dirigió una mirada amenazante. Me sentí vulnerable de nuevo.

Pasaron algunos años, yo me estaba muriendo por la maldición en mi vientre. De repente me vi rodeada de doctores y sacerdotes, hombres buenos y sinceros que quisieron hacerme el poco tiempo que me quedaba más tolerable. En mi muerte, estuve rodeada de personas que me querían; curiosamente allí no había nadie de mi familia, todos aquellos seres bondadosos eran parte de la corte de palacio. Al salir del cuerpo, floté hacía la luz. En aquella oportunidad aprendí que no siempre se tiene lo que se quiere. Pero además, que nunca se está solo. Que de cierto modo nunca estuve desprotegida. Que lo importante es el corazón de la gente, no su procedencia.

Estas son las palabras del manuscrito que encontré. Lo que me parece más interesante de todo esto son las enseñanzas de vida de cada una de estas personas. Lecciones tan importantes como el desapego, la lealtad a uno mismo, la búsqueda de la libertad y el camino, entender que la vida no se trata sólo de lo que uno quiere, que nunca se está solo o que lo valioso de las personas está en su interior; se extraen de las hipotéticas vidas de estos seres humanos. Ahora, si son mis vidas pasadas, imaginación, recuerdos genéticos o vinculación transpersonal eso no lo sé. Lo único que puedo decir es que sentí vívidas emociones, personalidades, hechos y que sin lugar a dudas esta experiencia deja tema en el que pensar e invaluables aplicaciones para mi vida presente.


lunes, 8 de septiembre de 2014