Las mejores épocas de nuestras vidas son aquellas en las que acopiamos el suficiente valor como para rebautizar nuestra maldad como lo mejor que hay en nosotros"

Friedrich Nietzsche

sábado, 13 de septiembre de 2014

Reencarnación?

Hace algún tiempo hice un ejercicio de regresión a vidas pasadas en la comodidad de mi casa y con los bolsillos vacíos, con la ayuda de un par de grabaciones que bajé de internet (Hablo sobre el estado de mis finanzas porque aunque quería tener esta experiencia, no tenía el dinero para pagar algo similar). Cuando terminé acudí a mis recuerdos de la experiencia y los escribí inmediatamente. Cabe anotar que cada una de estas ‘’personajes’’ tiene una intensidad emocional diferente y eso se nota en la pasión y el estilo de las líneas que siguen, siempre en primera persona:

Samara. Holanda, era una niña pobre del siglo XVII. Viví siempre cerca al mar sin haberme subido jamás a un barco. Mi padre fue capturado, llevado a las mazmorras y muerto por los españoles. Mi hermano mayor se fue en un navío y nunca volvimos a saber de él. Me quedé sola con mi madre; una bastarda con cara de cerdo que me insultaba. Tenía dos hermanos menores: Lief y Nicholas. La maldita vieja estaba enferma y no salía de la cama. Yo debía trabajar para malvivir. Lo hacía en una factoría cerca de la costa. Siempre llevaba las manos sucias. Yo era flaca, rubia, débil y sentía mucho odio por los españoles y por mi madre.

La maldita murió y yo tuve que cuidar a Nicholas y a Lief. Las autoridades de la ciudad me los querían quitar! Yo intenté escapar, pero me quitaron a Lief. Logré huir con Nicholas en los brazos; él era aún muy pequeño. Me dirigí al sur por la costa. Llegué a lo que hoy es Bélgica. Allí trabajé como prostituta; así pasaron muchos años. Nicholas se convirtió en un hombre joven, él trabajaba haciendo cualquier cosa. Un día se fue y me dejó sola el desagradecido!

Después, tuve dos hijos sin padre: un niño y una niña, por ese entonces se desató la guerra con Francia. De repente no veía nada: había mucho humo y estaba oscuro, buscaba a mis hijos; la niña era apenas un bebé y murió. Abandoné su cuerpo; en ese momento debía huir con mi hijo en brazos y logramos escapar! Pero, alguien me perseguía porque decían que había dejado morir a la niña; no pude hacer nada por ella como con Lief! La historia se repitió!

Pasó el tiempo. Estaba enferma; tosía mucho, estaba en cama. Mi hijo ya era un muchacho. Él nunca me abandonó. Morí joven; no tenía más de cuarenta años. Estuve algún tiempo en un lugar gris, llorando. Aprendí que se viene al mundo solo; que no debo apegarme a nadie.

Continuo con una siguiente vida: Armos, Egipto, principios de la Era Cristiana. Estaba en una ciudad costera y era un esclavo. Era hijo de esclava y nunca me había alejado de aquel lugar. Tenía veinte y tantos años, era un hombre atlético, moreno y con el pelo muy corto. Usaba sandalias de piel, una túnica café de lino crudo y un cinturón trenzado de cuero. Siempre había hecho lo que me ordenaba el amo: era un viejo miserable, gordo, egocéntrico. Él se hacía pasar por romano. En el fondo lo quería como mi familia; había sido toda la vida mi figura paterna y nunca fue malo con mi madre o conmigo.  

En aquella existencia no quería tener hijos porque no quería que fueran esclavos como yo. Yo quería ser libre. Desde pequeño había obedecido a mi madre y al amo en los asuntos de su casa y luego en sus negocios.

En algún momento, había un sucio liberto que robaba al amo; yo me di cuenta y lo denuncié. Al enterarse el amo lo quería matar y el desgraciado huyó. Cuando sucedió eso el amo me puso la mano en la espalda y me dio las gracias por mi servicio; para mí aquello fue maravilloso!

Poco tiempo después el amo me encomendó la tarea de transportar una suma de dinero. Iba con una túnica fresca con capucha, ocultando mi rostro, con una antorcha en la mano en paralelo al acueducto. Estaba solo y el liberto apareció con dos hombres más; después de dirigirme unas breves palabras me apuñaló en el riñón, hubo también una perforación  en el estómago y  un corte profundo en el cuello del lado izquierdo. Caí al suelo y los criminales me golpearon; me patearon salvajemente. Me desangré, mientras veía los hombres correr con el dinero del amo. Al morir, observé sus sandalias y la antorcha que yo portaba; cerca a mi cuerpo. Cuando abandoné mi forma corporal floté libre; hacia la luz. Yo quería ser un buen esclavo y así tal vez ganar la libertad. Pero realmente nunca la obtendría; no con el amo que tenía. Aprendí que mi primera lealtad debe estar conmigo mismo. Debo buscar mi propio destino; ser libre!

Finalmente, tuve una última experiencia. Ahmata, una mujer blanca y muy bella descendiente de una antigua familia de estirpe griega. Viví sobre el siglo IV d. C. y fui sobrina del emperador del Imperio Persa. Me sentía superior en mi juventud; tenía esclavos que me asistían. Era una mujer muy consentida por la vida! Aunque mi padre había muerto de una manera muy extraña; él estaba en las Torres del Silencio. Con su partida, se había ido para mí la protección. Me casé con el sátrapa de una provincia occidental del Imperio; justo dónde ahora está la frontera de los actuales Siria e Irak. Mi tío, nos mantenía bajo amenaza! Nos sometía cautivos a mi esposo y a mí en una jaula de oro.
Pasó el tiempo y volvimos a la capital imperial. Durante mucho tiempo deseé la muerte de mi tío; pero me sentía impotente, amenazada. Además, tenía el ‘’vientre seco’’: nunca pude producir descendientes. Después del tiempo fue claro que no era una amenaza para el Gran Emperador!. En consecuencia, empecé a sentirme más tranquila, exiliada en el palacio imperial; había mucha gente que me quería. Pero algo muy fuerte para mi pasó: en alguna fiesta en palacio mi tío me dirigió una mirada amenazante. Me sentí vulnerable de nuevo.

Pasaron algunos años, yo me estaba muriendo por la maldición en mi vientre. De repente me vi rodeada de doctores y sacerdotes, hombres buenos y sinceros que quisieron hacerme el poco tiempo que me quedaba más tolerable. En mi muerte, estuve rodeada de personas que me querían; curiosamente allí no había nadie de mi familia, todos aquellos seres bondadosos eran parte de la corte de palacio. Al salir del cuerpo, floté hacía la luz. En aquella oportunidad aprendí que no siempre se tiene lo que se quiere. Pero además, que nunca se está solo. Que de cierto modo nunca estuve desprotegida. Que lo importante es el corazón de la gente, no su procedencia.

Estas son las palabras del manuscrito que encontré. Lo que me parece más interesante de todo esto son las enseñanzas de vida de cada una de estas personas. Lecciones tan importantes como el desapego, la lealtad a uno mismo, la búsqueda de la libertad y el camino, entender que la vida no se trata sólo de lo que uno quiere, que nunca se está solo o que lo valioso de las personas está en su interior; se extraen de las hipotéticas vidas de estos seres humanos. Ahora, si son mis vidas pasadas, imaginación, recuerdos genéticos o vinculación transpersonal eso no lo sé. Lo único que puedo decir es que sentí vívidas emociones, personalidades, hechos y que sin lugar a dudas esta experiencia deja tema en el que pensar e invaluables aplicaciones para mi vida presente.


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