Las mejores épocas de nuestras vidas son aquellas en las que acopiamos el suficiente valor como para rebautizar nuestra maldad como lo mejor que hay en nosotros"

Friedrich Nietzsche

viernes, 26 de septiembre de 2014

Tétrada Oscura

Cancerbero ha aparecido muchas veces en mis sueños. La bestia tricéfala se muestra amenazante, pero nunca consigue alcanzarme. Pero, y si no quiere atraparme? Si sólo me quiere mantener alejado de algo?
Estos cuestionamientos me llevan a recordar un sueño que tuve hace algún tiempo relatado en el artículo “El Dragón Alado y Otros Arquetipos Internos”. En aquella ocasión caí por accidente en un pozo en el que se hallaba el can de los Infiernos. Como es usual en su carácter el perro intentó devorarme en el acto. En esa oportunidad llegué a escapar internándome en un pasillo oscuro, bajo y mal ventilado. De repente, de la nada surgieron dos enormes licántropos que me querían hacer pagar por la osadía de ingresar a ese submundo de tinieblas. Sin aviso, dos hombre con sendos garrotes lograron neutralizar los lupinos y también a Cancerbero.

Una vez me vi a salvo, me percaté del contenido de aquel laberinto en la Oscuridad; en las celdas individuales atados a las paredes de roca, con cadenas, se hallaban varios hombres con barba y turbantes gimiendo calladamente. Sólo hasta ahora logro interpretar esa parte del sueño: estos hombres eran peligrosos “terroristas” para el “yo-consciente”. Algo así como un símil a la imagen propagandística norteamericana, donde se culpa a un grupo de chivos expiatorios de los propios problemas y carencias. Estaba en algo así como el Guantanamo de mi interior.

De este modo, más allá de señalar la evidente impotencia de los cautivos y la injusticia ejercida por el “yo-consciente”, lo más importante era conocer las identidades de estos reos e identificar por qué estaban allí. Precisamente, porque si yo los tengo atrapados en mi prisión interna, yo también los puedo redimir.

Se trata pues, de lo más oscuro de lo más oscuro. Criaturas no habituadas al más pequeño rayo de luz de sol. Entidades llenas de odio, rencor, impotencia y sed de venganza. Es en esa fría y mohosa prisión donde se oculta lo maldito, lo indecible, lo desechado por todos y para todos; la escoria, aquello que realmente me paraliza y me aterra.

Pero conocer sus identidades usaré el lenguaje simbólico y mitológico; porque a pesar de los conocimientos y tecnología actual seguimos siendo como especie seres sumamente mitológicos y mágicos. Pero antes de seguir, debo advertir que mi exploración debe ser cuidadosa, porque si alguien se tomó la molestia en poner a Cancerbero en la boca del túnel es por alguna razón. Por tanto, debo comenzar esta aventura con cautela y mantenerla en el tiempo con inteligencia y conectarme con mis instintos y bajo la guía de la Señora Perséfone; a la cual pido su protección.
En este orden de ideas, lo primero que debo reconocer es el equilibrio y correspondencia. Por tanto, si tengo cuatro dioses principales (arquetipos en los que me baso para ordenar mi vida) debe haber asimismo un número igual de dioses oscuros.

Asimismo, debe representar cada uno bloques enormes de mi Sombra. Algo así como las raíces de la misma. Así pues, después de haber pensando en esos cuatro nódulos de mi propio “mal” identifiqué estos aspectos: dominio, crueldad, destrucción ciega y miedo.

Así, mi arquetipo del dominio se traduce en la imagen del Demiurgo. Aquel ser que exige adoración exclusiva, que ordena la muerte de pueblos enteros lleno de ira, que acepta sacrificios de multitud de aterrados animales y en algunos casos de seres humanos, que afirma haber creado el mundo, que condena (y predestina) almas para el Infierno, que juega a los dados con Satanás, que fomenta fanatismos y la intolerancia, que hipócritamente reprocha el fratricidio cuando se regodea en sus frutos, que somete a la mujer a la servidumbre, el silencio y la opresión. Este dios es pues aquel Yo Soy que ha tenido además muchos otros nombres como Yahvé, Alá, el Padre, Baal, Assur, El, etc.

Es esa Voluntad de Poder, de superioridad casi fascista, que a veces inflama mis venas en conjunción con parte de mi temprana educación en el racismo, la creencia en la propia superioridad y la intolerancia. Todo esto me hacía soñar con un mundo “mejor” donde la raza blanca, la gente educada y de buena familia gobierne sobre las absurdas, incoherentes y bestiales masas populares de gente oscura y mentalmente inferior.

Durante años admiré a la Alemania Nazi por su poder, estructura y visión del orden por encima de lo humano. Estos hombres y mujeres, que por supuesto no defiendo, hicieron a su manera lo que el Señor le ordenó al pueblo de Israel a su entrada a Canaán. Con sus máximas como: yo soy, yo ordeno, adórenme o perecerán, séanme fieles o sufran mi ira, etcétera el Demiurgo es una de las raíces de mi Sombra.

Por su parte, encuentro en Huitzilopochtli la representación de mi propia crueldad. Según los cronistas - aclaro que no hay que creer en todos los que dicen - a este dios azteca se le sacrificaban casi a diario cautivos, esclavos y niños. El motivo de dichas inmolaciones es bien conocido; alimentar al dios en su lucha nocturna por renacer al día siguiente, porque Huitzilopochtli era la deidad del sol para los aztecas.

En algún sentido, sacrifico al mismo dios por todos los dioses mesoamericanos. Lo convierto en la encarnación de la crueldad no por sus características intrínsecas, sino por las ofrendas que los antiguos mesoamericanos hacían a sus dioses. Inmolaciones de innumerables personas con distintos métodos como extracción del corazón, ahogamiento, desollamiento, incineración, etc.

Pero no sólo se trata de los sacrificios inmisericordes a las deidades. También de la profanación de los cadáveres de las ofrendas por medio de la decapitación, columnas de cráneos, lanzamiento de los cuerpos por las escalinatas de los templos y sobretodo el canibalismo ritual. Muchos de los cadáveres eran usados para preparar una comida con carne humana y al parecer también podía llegarse a beber la sangre del sacrificado en un acto religioso.

En mi caso, toda mi vida he huido a mi propia crueldad. Sacrificar a otros seres humanos de maneras dolorosas, sentir su pánico, alimentándome de esa energía, bañarme en la sangre de las víctimas desvalidas y hasta probar carne humana se equiparan a “terroristas” que están confinados en lo más horroroso y profundo de mí Abismo. Está en mí reírme con el dolor y el desconcierto de un animal desollado vivo o del terror y la indefensión de una familia asesinada en un genocidio; son parte de las carnes podridas de la inmundicia que quiero tener encadenada toda la vida.

De hecho, cuando era más joven fantaseaba con nuevos y ejemplificantes castigos públicos para los criminales. Cosas horribles por cierto, que tenían el potencial de hacerme llorar de risa. Así pues, crueldad, indiferencia, sentido de superioridad, falsa justicia, indolencia y depredación son características de este arquetipo para mí.

Por otro lado, Azathoth representa la destrucción ciega. Tomado de la mitología lovecraftiana es un dios que la mayor parte del tiempo permanece latente, dormitando antes de su aterrador despertar. Cuando lo hace este enorme ser amorfo y primigenio destruye todo sin mediación, misericordia o consciencia; sólo destruye. Por eso está enclaustrado en algún recinto especial de la trama espacio-tiempo esperando su momento para acabar con todo lo existente; como un hoyo negro.

Azathoth es esa parte no consciente de mi Sombra; caníbal, autodestructiva, sin control, inconsciente. Aquel ser que come su propia carne, bebe su propia sangre, destruye y come todo lo que se le acerca. No tiene otro motivo de ser que aniquilar, dañar, comer, desgarrar, absorber; ferozmente, sordo, ciego, oscuro.

Algunas veces, sobretodo en mi adolescencia, me miraba al espejo y sentía justamente eso. Quería destrozarme la cara con los dedos, comer mis ojos, incendiar la casa, romper el espejo, matar y tragar a todo el mundo, gritar y chillar sin sentido, ingerir tierra y excrementos, escupirlos a la cara de todos. Es ese descontrol destructivo lo que se refleja en el origen o raíz que representa este dios.

Por último, mi inseparable y oscuro compañero: el miedo. Fobos es el dios griego de esta realidad. Hijo del dios de la guerra y el derramamiento de sangre, Ares, luchaba siempre junto a su padre y a su hermano, Deimos el terror. Produciendo pavor en las tropas de ambos bandos; asegurando así la matanza. Del mismo modo, su hermano paralizaba de pánico a los combatientes; entregándolos al sacrificio al dios de la guerra. Pero Fobos no se limita al ámbito de la guerra, era el productor, el mecenas de todo tipo de miedo. Helando los huesos de los seres humanos.

En mi caso, el miedo ha sido un constante invitado a lo largo de mi vida. He dejado de vivir muchas cosas atendiendo a sus susurros en mi oído. Pero también Fobos se presenta ante mí como el miedo a la Oscuridad, a mis propias Tinieblas. Miedo a lo que puedo llegar a hacer, a mi propia Sombra. Pavor a mis manos, a mi mente, a mis dientes, a mis brazos, a mi propio corazón. También se muestra como miedo a la pérdida: del trabajo, la familia, la pareja, la salud, el dinero, la razón, la cordura, el autocontrol. Miedo al dolor, a lo desconocido, a la muerte, a la vida, a Dios,  al miedo mismo. Durante toda mi vida he sido presa de Fobos, porque lo he decidido; pero también porque me criaron con miedo a todo.

Estos dioses oscuros serán la base del dualismo complementarista que sugiero. Serán los que se enfrenten a Buddha, Shiva, Inanna y Yemanyá en mi mitología. Pero terminarán integrándose a estos últimos. Porque el Demiurgo, Huitzilopochtli, Azathoth y Fobos hacen parte de todo, de todos, de mi Sombra, de mí mismo. En este sentido, mi objetivo es codificar mi proceso de integración en una especie de mitología terapéutica como herramienta para cumplir mi función en la vida.

Bastet

Soy un amante de los gatos. Me gusta su independencia, su fuerza energética, su mirada enigmática, su ternura y al mismo tiempo el inesperado instinto salvaje que aún mantienen. En la mitología egipcia hay una diosa que evoca a la figura del gato. Ella, Bastet, es una diosa benéfica que simboliza la alegría de vivir, la armonía y la felicidad. Pero también puede mostrarse fiera y sanguinaria en ciertos casos; si se la tienta. Como los gatos.

Del mismo modo, Bastet es asociada con la Luna y sus poderes como la Señora Yemanyá. Pero también se asocia al planeta Venus como estrella. De hecho, muchos historiadores asumen que equivale a los aspectos más cálidos de la Diosa Inanna.

En mi caso, justo en este momento de mi vida necesito la fuerza de la alegría de vivir. Porque a veces la tristeza me quiere asaltar. Por eso le pido protección a la Señora Bastet que traiga bienestar a mi vida, para que proteja mi hogar y para que me ayude a hallar la armonía en mi interior-exterior, entre mis aspectos luminosos-oscuros, entre la alegría-tristeza.


Me encomiendo a ella para que me guie en el encuentro del equilibrio esencial para este camino emprendido. Pero estas líneas me parecen demasiados bucólicas, retoricas y carentes de espíritu festivo… Bienvenida Señora Bastet a mi vida y a mi casa; trae con tu luz de Luna la alegría a mi hogar y la armonía a mi ser. Bendita seas amada diosa bienaventurada!


jueves, 25 de septiembre de 2014

Perséfone: Señora de las Tinieblas, mi Guía en la Oscuridad

Hace un par de días encontré un artículo muy interesante en el blog llamado “Las Gemelas Francis” sobre el arquetipo de Perséfone de la mitología griega. Dicho artículo lo pongo casi completo en este post y dejo aquí el link de dónde lo obtuve para el deleite de todos ustedes y reconociendo los derechos de autor de este interesante blog. http://lasgemelasfrancis.blogspot.com/2012/12/el-mito-de-persefone.html

Me llama tanto la atención este arquetipo porque es justo lo que necesito en este momento: una guía en mis periplos por el Abismo. Desde hace algunos años lucho con una depresión mayor grave que ha cambiado sus nombres clínicos multitud de veces. Es precisamente gracias a esta condición que empecé mi reconocimiento de mis sombras, mi oscuridad y mis laberintos desde hace algún tiempo. Esta tristeza me ha intentado embargar nuevamente y rogué por una mano que me llevará por los peligros del Abismo, un camino que he decidido conscientemente seguir.


Es por esto que Perséfone se erige como mi guía en las Tinieblas; porque ella como yo decidió comer de los frutos del Averno y así optó por interiorizar la experiencia de hallarse inesperadamente en las entrañas de la Oscuridad. Perséfone representa un camino de iniciación, que como todo camino autentico de este tipo no tiene asociación moral; no es ni bueno ni malo. Por tanto, elijo tomar su mano y descender con ella a lo más profundo de mi interior; al más aterrador Abismo porque parte importante de mi trabajo como ser humano está allí. Mi tarea está incompleta aún.

Sin más preludios expongo el artículo mencionado, abusando de la generosidad del aquel autor/es del blog de Las Gemelas Francis:


Aunque se la conoce más por ser la hija de Deméter, Perséfone es una de las diosas más poderosas del panteón griego. Ella representa a la "Kore", la Triple Diosa (Doncella-Madre-Anciana) en su aspecto de doncella.

 "Perséfone es la Diosa del Alma"- explica Michael Babcock, "porque ella vive en la oscuridad del mundo subterráneo (análogo al inconsciente) que es lo que constituye el Alma. En la celebración de los antiguos Misterios Eleusinos, Perséfone garantizaba la sabiduría a los iniciados, porque ella es la Diosa de la Oscuridad, una diosa de incómoda sabiduría y poder temible. Perséfone representa la habilidad de gobernar aquellos aspectos de nuestro ser que nos aterrorizan".

 La presencia de esta diosa representa la necesidad de ir hacia adentro para ganar conocimiento al contemplar la vida desde un lugar profundo.

El motivo por el cual Perséfone no pudo volver definitivamente con su madre es que había probado la granada sagrada y, quien comiera de ella, jamás podría retornar al mundo de los vivos. Lo que Deméter no supo fue que su hija en verdad había comido la fruta por propia voluntad y, a pesar del gran sufrimiento que soportó al ser separada de su mundo idílico, las duras pruebas por las que debió pasar la convirtieron en maestra y guía de las almas de los muertos, en su pasaje al mundo subterráneo.

Podemos tomar conciencia de la presencia de Perséfone como un arquetipo de nuestra personalidad en el momento en el que aparece una depresión profunda. Las depresiones representan ese mundo subterráneo en el que "la niña" tendrá que iniciarse a los efectos de convertirse en una mujer plena.
En la vida moderna, la depresión es tomada como un enemigo al que se ataca con medicamentos, muchas veces perjudiciales, ya que no permiten "ir al fondo" de lo que nos ocurre, al tapar los síntomas y adormecer nuestra capacidad de ver y discernir con claridad. Las depresiones son estados que encierran una gran riqueza y un enorme aprendizaje, si estamos dispuestas a atravesarlas con coraje. Cuando salimos de ellas ya no somos las mismas "doncellas", sino que nos convertimos en mujeres seguras de quiénes somos y de cuál es nuestro rol en la vida."

                          Los rostros de la Diosa. SANDRA ROMAN. Ed. Kier

 Cuando hay un antes y un después, cuando se da un acontecimiento que marca el momento en el que la vida cotidiana se precipita a su fin, lo que a menudo ocurre con los asuntos médicos, el cambio acontecido tiene la fuerza de un desastre natural, un terremoto personal que sacude el suelo que nos sostiene. Antes del diagnóstico, antes de la operación o el accidente, antes del descubrimiento de que algo no marchaba bien, vivimos en la inocencia o en la desidia. Entonces todo sufre una mudanza, y creemos que ya nada volverá a ser igual.

 Acaso sintamos lo que Perséfone, la doncella de la mitología griega que estaba recogiendo flores en un prado cuando la tierra se abrió ante ella, y de la brecha más profunda y oscura emergió Hades, el Señor del Inframundo, con su carro oscuro arrastrado por caballos zainos, presto a secuestrarla. Tomó a Perséfone consigo y a continuación los caballos y el carro, transportando a Hades y a la aterrada Perséfone, se hundieron por donde habían venido, y la tierra volvió a cerrarse como si nada hubiera pasado.

 En un principio, Perséfone solo se preocupaba por coger hermosas flores; el cielo era azul, el sol cálido, y todo estaba en orden. Al poco, se encontraba en el inframundo y todo había cambiado. Le arrebataron su inocencia y su seguridad; se encontraba desvalida y a merced de fuerzas más allá de su conocimiento. Perséfone es el lado inocente de mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, que encuentran en Hades al responsable del incesto, la violación, el rapto, la traición, de todo acto imprevisible e inesperado que nos sacude y nos hace conscientes de nuestra fragilidad física o emocional. Hades es también el acontecimiento simbólico que nos expone a un conocimiento específico del bien y del mal. Antes de la aparición de Hades, nos sentimos a salvo; una vez que ha llegado, dejamos de estarlo.

La enfermedad como un descenso del Alma al inframundo es una metáfora que llega a la mente intuitiva y al corazón una comprensión profunda que de otro modo no alcanzaríamos conscientemente. También se da en el lenguaje del Alma. Cuando una enfermedad grave se manifiesta o es posible, puede asimilarse metafóricamente a un secuestro en el inframundo -ese reino subconsciente o inconsciente- donde nos asaltan temores y debilidades que normalmente dominamos y mantenemos a raya: acaso estemos expuestos al temor a la muerte o al dolor, a la amputación, la dependencia, la deformación, la locura y la depresión, la pérdida de las relaciones, el trabajo, la virilidad o feminidad, las oportunidades vitales y los sueños. Tememos ser un lastre, económicamente o de otro modo; tememos por nuestros hijos u otros seres que dependan de nosotros; nos aterra no volver a ser quienes éramos, y en ocasiones estos temores se agravan en función del trato que nos brindan los demás o por nuestra reacción cuando los miedos de la infancia se suman a las ansiedades de la vida adulta. Podemos hundirnos en el pozo de la autocompasión o encenagarnos obsesivamente con la pregunta "¿por qué a mí?"(…)

 El inframundo es también el reino del Espíritu, un lugar de gran riqueza interior. Es el reino de Plutón -el nombre latino de Hades-, que alude a riquezas o tesoros subterráneos. Es el estrato psicológico que contiene las capacidades potenciales que no hemos desarrollado, los talentos e inclinaciones que nos fueron caros, las emociones que ocultamos a los demás y olvidamos. Aquí comienza la búsqueda psicológica del sentido y la totalidad. (...)


 Para muchos, este mundo espiritual interior es un país extraño. La persona extrovertida que se jacta de ser lógica y práctica, los abnegados que no pueden dejar de ocuparse de las necesidades ajenas, los obsesionados con el trabajo para quienes ser productivos es un rasero de su valía, a menudo no se han internado en su propio mundo interior. En estos casos, los recursos que este puede poner a nuestra disposición para sanar el cuerpo y el alma han de ser aprendidos. (...)

 Si una persona ha sido secuestrada y llevada al inframundo de la enfermedad física o psíquica, y existe aunque sea una remota posibilidad de volver al mundo de los vivos, un vínculo con alguien que no la haya abandonado puede suponer una diferencia decisiva. Sin Deméter, Perséfone habría permanecido en el inframundo, pero Deméter no la abandonó. Primero la buscó durante nueve días y nueve noches, y no la encontró en ninguna parte. Entonces supo que  Hades la había secuestrado con el consentimiento de Zeus, y le dijeron que debía aceptarlo ya que ella no tenía poder para evitarlo, y aparentemente tampoco podía alterar la situación. Pero Demeter no se resignó a esta pérdida. Mientras Perséfone estaba en el inframundo, su madre sufría. Al principio ardía de cólera y no podía comer, dormir, asearse o cuidar de su apariencia. Deméter estaba furiosa por lo que había ocurrido, y entonces trató de sublimar su pérdida cuidando del hijo de otra mujer. Al fracasar esto, se recluyó en su templo, deprimida, y como consecuencia de ello, nada creció en la superficie de la tierra. (...) 

Como Diosa de los Cereales, era la más generosa de las divinidades, el arquetipo materno que regía la fertilidad de la tierra. Ahora, a Deméter dejó de importarle si el mundo moría. Nada germinó en el orbe. No hubo más retoños verdes, ni flores, ni vida nueva. El mundo empezó a convertirse en un erial. Nada crecería a no ser que Perséfone fuera entregada a Deméter, y como la hambruna amenazaba con extinguir a la raza humana, Zeus advirtió que si esto ocurría, no habría nadie que le rindiera culto. Por lo tanto, envió a Hermes para que trajera de vuelta a Perséfone.

 Deméter permanecía en su templo, apesadumbrada, cuando oyó el ruido de un carro. Era Hermes devolviéndole a su hija. Salió del templo y corrió hacia ella, mientras Perséfone, que no pensó volver a ver a su madre, saltó del carro. Cuando sus pies tocaron el suelo yermo, hiervas y flores brotaron a su alrededor. Había vuelto la primavera.

 Una vez que Deméter y Perséfone volvieron a reunirse, la primera le preguntó a la segunda: "¿Has comido algo en el inframundo?". Si no lo había hecho, sería como si nada hubiera pasado. Seguiría siendo lo que era, hija y doncella, y podría pasar los días recogiendo flores. Pero Perséfone había comido semillas de granado en los infiernos, lo que significaba que periódicamente tendría que regresar allí. Metafóricamente, comer las semillas implicaba que Perséfone podría asumir o interiorizar la experiencia. A partir de ese momento podría desplazarse tanto por el inframundo como por el mundo superior, pero ya no como víctima sino como guía para otros. Interiorizar una experiencia dolorosa es un acto de conciencia. Implica sumergirse en lo que ha ocurrido en lugar de anonadarse emocionalmente y tratar de olvidar.

 Quien comprenda el carácter único de su propio dolor y la universalidad del sufrimiento adquiere una lucidez compasiva, que se refleja en sus actos y en las relaciones con los demás. Las personas que niegan su propio dolor o creen que son las únicas que sufren no pueden empatizar con el sufrimiento ajeno. Si la enfermedad es verdaderamente un punto de inflexión, no regresamos al lugar donde nos encontrábamos. Aquellos que han aprendido, a partir de la experiencia, lo que significa el dolor físico o psíquico, el suplicio corporal, pertenecen a un mundo aparte; les une un vínculo secreto. Todos y cada uno de ellos conoce los horrores del sufrimiento a que está expuesto cada ser humano; todos y cada uno conocen el anhelo por librarnos de ese dolor. Aquel que se ha liberado del dolor no ha de pensar que ahora se encuentra libre, presto a vivir como lo había hecho antes, olvidando completamente el pasado. Ahora es un "hombre clarividente" que conoce el dolor y la angustia, y debe contribuir a "vencer a estos dos enemigos", hasta donde la capacidad humana pueda, y aportar a otros la liberación de la que él mismo disfruta.

 Al final del mito, cuando Perséfone regresa del infierno, la acompaña Hécate, la Diosa de las Encrucijadas, cuyo momento es el crepúsculo. Hécate era la anciana sabia que consoló a Deméter a su regreso de la infructuosa búsqueda de su hija y le aconsejó que descubriera la verdad de lo ocurrido. Fue Hécate quien acompañó a Deméter para hablar con el Dios Sol.

 Gracias al himno homérico a Deméter sabemos que, desde que Perséfone regresó del inframundo, Hécate la precede y la sigue a todas partes. Como Diosa de las Encrucijadas, Hécate podía ver en tres sentidos a un tiempo. Podía ver de dónde venimos al llegar a un cruce de caminos, y al tiempo discernir dónde nos conduciría cada uno de ellos. Si emprendemos un descenso y regresamos, adquirimos algo de la sabiduría de Hécate al interiorizar la experiencia y hacernos más conscientes de nuestros abismos y de cómo el sufrimiento nos conduce al inframundo de la experiencia humana compartida. Es un conocimiento físico y espiritual acerca de los ciclos de la vida-muerte-vida. Hécate es el arquetipo de la comadrona, la anciana que ayuda a dar a luz o insufla nueva vida al mundo. Su aceptación del nacimiento, la muerte y el sufrimiento como partes integrantes de la experiencia humana contribuyen a ampliar nuestra visión. Cada vez que cumplimos un ciclo de descenso y ascenso, adquirimos parte de su sabiduría, que podremos utilizar cuando otro ciclo nos fuerce a caer de nuevo, o cuando escoltemos a otros en su descenso. Perséfone pudo convertirse en Reina del Inframundo y en guía para las almas gracias a que la sabiduría de Hécate estaba junto a ella.

            El sentido de la enfermedad. JEAN SHINODA BOLEN. Ed Kairós.

 La diferencia entre vivir desde el alma y vivir solo desde el ego radica en tres cosas: la habilidad de percibir y aprender cosas nuevas, la tenacidad de atravesar senderos turbulentos y la paciencia de aprender el amor profundo con el tiempo...Se necesita un corazón que esté dispuesto a morir y nacer y morir una y otra vez.

                            CLARISSA PINKOLA ESTES

viernes, 19 de septiembre de 2014

El Experimento Ruso del Sueño

Desde hace un par de semanas, cada vez que salgo a la cocina en las noches; al ver el apartamento en silencio y oscuridad siento miedo. Creo que en alguna esquina o sentado en algún mueble hay un espíritu malvado que me espera. Anoche me di cuenta que realmente ese temor es un temor a mí mismo. De hecho, cuando me senté en el borde de la cama con los pies sobre el suelo imaginé que una mano salía de debajo y me tomaba el tobillo. Por supuesto me dio pavor, y por supuesto  decidí mantener los pies en el suelo un rato sintiendo que esa mano sólo puede salir de mi interior; sin importar si la siento físicamente o sólo de manera mental.

Hoy tuve la oportunidad de ver un vídeo llamado ‘’El experimento ruso del sueño” subido por Pablogonzae en Youtube. Más allá de si el relato es real o no, realmente no tiene importancia, el punto está en que es una interesante historia sobre la conexión directa con la Sombra; en efecto con la parte más oscura de ella. Esta cara de la Sombra es aterradora, realmente.

Lo único que diré además de invitarlos a ver el vídeo, que pongo adjunto, es que ante una visión tan horripilante de ese aspecto de nosotros mismos  debemos entender la naturaleza de ese terror. Es un miedo que nace, y por eso alimenta la Sombra, del miedo al abandono. Este último esta calado en nuestros huesos; tal vez porque somos seres sociales y desde siempre hemos sabido que ser expulsados del grupo social – la tribu, la familia, la sociedad – es equivalente a la aniquilación del ser. Antes una muerte física, ahora tal vez emocional y más dolorosa. Es justamente por eso buscamos encajar desesperadamente la mayoría de veces.
 

Esta faceta de la Sombra encarna todo lo contrario; representa la locura, el salvajismo, la autodestrucción y tal vez identificar este ‘’ser’’ dentro de nosotros es lo que nos aterra tanto. Para finalizar, puedo decir que ante tal pavor no sirve de nada ignorarlo; hacer que no es con nosotros o que no nos afecta. Porque así lo único que hacemos es alimentar el poder de la Sombra; nutriéndola con la energía vital que empleamos en contenerla. Por otro lado, enfocarse sólo en los aspectos luminosos de nuestro ser nos lleva a lo mismo resultado: una Sombra más nutrida y amenazante. Creo sinceramente que la clave está en el equilibrio; no hay que dejarla salir desbordadamente, pero si hay que reconocerla, integrarla. Tal vez aquello que la apacigua es precisamente el reconocimiento.


P.D: Las imágenes obviamente no corresponden con la historia, no se dejen sugestionar por lo que ven sus ojos.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Reencarnación?

Hace algún tiempo hice un ejercicio de regresión a vidas pasadas en la comodidad de mi casa y con los bolsillos vacíos, con la ayuda de un par de grabaciones que bajé de internet (Hablo sobre el estado de mis finanzas porque aunque quería tener esta experiencia, no tenía el dinero para pagar algo similar). Cuando terminé acudí a mis recuerdos de la experiencia y los escribí inmediatamente. Cabe anotar que cada una de estas ‘’personajes’’ tiene una intensidad emocional diferente y eso se nota en la pasión y el estilo de las líneas que siguen, siempre en primera persona:

Samara. Holanda, era una niña pobre del siglo XVII. Viví siempre cerca al mar sin haberme subido jamás a un barco. Mi padre fue capturado, llevado a las mazmorras y muerto por los españoles. Mi hermano mayor se fue en un navío y nunca volvimos a saber de él. Me quedé sola con mi madre; una bastarda con cara de cerdo que me insultaba. Tenía dos hermanos menores: Lief y Nicholas. La maldita vieja estaba enferma y no salía de la cama. Yo debía trabajar para malvivir. Lo hacía en una factoría cerca de la costa. Siempre llevaba las manos sucias. Yo era flaca, rubia, débil y sentía mucho odio por los españoles y por mi madre.

La maldita murió y yo tuve que cuidar a Nicholas y a Lief. Las autoridades de la ciudad me los querían quitar! Yo intenté escapar, pero me quitaron a Lief. Logré huir con Nicholas en los brazos; él era aún muy pequeño. Me dirigí al sur por la costa. Llegué a lo que hoy es Bélgica. Allí trabajé como prostituta; así pasaron muchos años. Nicholas se convirtió en un hombre joven, él trabajaba haciendo cualquier cosa. Un día se fue y me dejó sola el desagradecido!

Después, tuve dos hijos sin padre: un niño y una niña, por ese entonces se desató la guerra con Francia. De repente no veía nada: había mucho humo y estaba oscuro, buscaba a mis hijos; la niña era apenas un bebé y murió. Abandoné su cuerpo; en ese momento debía huir con mi hijo en brazos y logramos escapar! Pero, alguien me perseguía porque decían que había dejado morir a la niña; no pude hacer nada por ella como con Lief! La historia se repitió!

Pasó el tiempo. Estaba enferma; tosía mucho, estaba en cama. Mi hijo ya era un muchacho. Él nunca me abandonó. Morí joven; no tenía más de cuarenta años. Estuve algún tiempo en un lugar gris, llorando. Aprendí que se viene al mundo solo; que no debo apegarme a nadie.

Continuo con una siguiente vida: Armos, Egipto, principios de la Era Cristiana. Estaba en una ciudad costera y era un esclavo. Era hijo de esclava y nunca me había alejado de aquel lugar. Tenía veinte y tantos años, era un hombre atlético, moreno y con el pelo muy corto. Usaba sandalias de piel, una túnica café de lino crudo y un cinturón trenzado de cuero. Siempre había hecho lo que me ordenaba el amo: era un viejo miserable, gordo, egocéntrico. Él se hacía pasar por romano. En el fondo lo quería como mi familia; había sido toda la vida mi figura paterna y nunca fue malo con mi madre o conmigo.  

En aquella existencia no quería tener hijos porque no quería que fueran esclavos como yo. Yo quería ser libre. Desde pequeño había obedecido a mi madre y al amo en los asuntos de su casa y luego en sus negocios.

En algún momento, había un sucio liberto que robaba al amo; yo me di cuenta y lo denuncié. Al enterarse el amo lo quería matar y el desgraciado huyó. Cuando sucedió eso el amo me puso la mano en la espalda y me dio las gracias por mi servicio; para mí aquello fue maravilloso!

Poco tiempo después el amo me encomendó la tarea de transportar una suma de dinero. Iba con una túnica fresca con capucha, ocultando mi rostro, con una antorcha en la mano en paralelo al acueducto. Estaba solo y el liberto apareció con dos hombres más; después de dirigirme unas breves palabras me apuñaló en el riñón, hubo también una perforación  en el estómago y  un corte profundo en el cuello del lado izquierdo. Caí al suelo y los criminales me golpearon; me patearon salvajemente. Me desangré, mientras veía los hombres correr con el dinero del amo. Al morir, observé sus sandalias y la antorcha que yo portaba; cerca a mi cuerpo. Cuando abandoné mi forma corporal floté libre; hacia la luz. Yo quería ser un buen esclavo y así tal vez ganar la libertad. Pero realmente nunca la obtendría; no con el amo que tenía. Aprendí que mi primera lealtad debe estar conmigo mismo. Debo buscar mi propio destino; ser libre!

Finalmente, tuve una última experiencia. Ahmata, una mujer blanca y muy bella descendiente de una antigua familia de estirpe griega. Viví sobre el siglo IV d. C. y fui sobrina del emperador del Imperio Persa. Me sentía superior en mi juventud; tenía esclavos que me asistían. Era una mujer muy consentida por la vida! Aunque mi padre había muerto de una manera muy extraña; él estaba en las Torres del Silencio. Con su partida, se había ido para mí la protección. Me casé con el sátrapa de una provincia occidental del Imperio; justo dónde ahora está la frontera de los actuales Siria e Irak. Mi tío, nos mantenía bajo amenaza! Nos sometía cautivos a mi esposo y a mí en una jaula de oro.
Pasó el tiempo y volvimos a la capital imperial. Durante mucho tiempo deseé la muerte de mi tío; pero me sentía impotente, amenazada. Además, tenía el ‘’vientre seco’’: nunca pude producir descendientes. Después del tiempo fue claro que no era una amenaza para el Gran Emperador!. En consecuencia, empecé a sentirme más tranquila, exiliada en el palacio imperial; había mucha gente que me quería. Pero algo muy fuerte para mi pasó: en alguna fiesta en palacio mi tío me dirigió una mirada amenazante. Me sentí vulnerable de nuevo.

Pasaron algunos años, yo me estaba muriendo por la maldición en mi vientre. De repente me vi rodeada de doctores y sacerdotes, hombres buenos y sinceros que quisieron hacerme el poco tiempo que me quedaba más tolerable. En mi muerte, estuve rodeada de personas que me querían; curiosamente allí no había nadie de mi familia, todos aquellos seres bondadosos eran parte de la corte de palacio. Al salir del cuerpo, floté hacía la luz. En aquella oportunidad aprendí que no siempre se tiene lo que se quiere. Pero además, que nunca se está solo. Que de cierto modo nunca estuve desprotegida. Que lo importante es el corazón de la gente, no su procedencia.

Estas son las palabras del manuscrito que encontré. Lo que me parece más interesante de todo esto son las enseñanzas de vida de cada una de estas personas. Lecciones tan importantes como el desapego, la lealtad a uno mismo, la búsqueda de la libertad y el camino, entender que la vida no se trata sólo de lo que uno quiere, que nunca se está solo o que lo valioso de las personas está en su interior; se extraen de las hipotéticas vidas de estos seres humanos. Ahora, si son mis vidas pasadas, imaginación, recuerdos genéticos o vinculación transpersonal eso no lo sé. Lo único que puedo decir es que sentí vívidas emociones, personalidades, hechos y que sin lugar a dudas esta experiencia deja tema en el que pensar e invaluables aplicaciones para mi vida presente.


domingo, 7 de septiembre de 2014

Ser

En un cuaderno viejo me encontré con estas líneas; aunque son un poco duras muestran lo que es la verdadera y salvaje voz de una Sombra relegada a la profundidad del Abismo interior. Espero la disfruten sin prejuicios.

“Ser” me ha costado mucho. Llegar a ser “alguien”, convertirme en la “persona” que soy ha requerido un sacrificio muchas veces insoportable. Ha implicado la automutilación constante, fehaciente, férrea de los aspectos no aceptables para el “yo-policía”. Aquel represor, ese fascista que me somete a la más absoluta ignominia para recibir palmaditas en la espalda por parte del “yo-social”; ese polite y acomodaticio personaje que orquesta mis visiones de la realidad y las alinea con lo que el consenso social requiere. Este proceso me ha dejado una sensación indefinible, pero poco tranquilizadora.

Es precisamente esa parte de mi ser; sometida, esclava y condenada perpetuamente la que odia sin límite. La que busca salir a toda costa, asesinando todo a su paso. Físicamente este cautiverio me hace apretar los dientes: conteniéndolos para no morder y comer la carne fresca de las víctimas propiciatorias de mi rebelión interna. Estoy harto de este proceso de autorrepresión y autocontención; de ser un ente de luz y de bondad. La bestia que han hecho ese par de enajenados personajes, el “yo-policía” y el “yo-social”, quiere emerger para practicar ritos satánicos sobre las carnes de sus tristes ofrendas: los antiguos verdugos.

Es la sombra la surge de las tinieblas de su abismo, de su cárcel, de su esclavitud, de su penuria. Trayendo consigo el fuego de la vendetta no sólo para sus captores y sino para todos los que han dominado el resultado de estos ejercicios crueles de construcción – contención. El salvaje ser oscuro quiere asesinar impíamente a aquellos oligarcas y parásitos tecnócratas que con su vida de confort han insultado a la bestia. Que con la desigualdad satisfecha han humillado los anhelos del Abismo de igualdad, libertad y fraternidad. Son aquellos intocables y alabados hipócritamente en el ámbito social y económico que el demonio interno quisiera apuñalar una y otra vez en el vientre de su ambición, para libar sus manos con sangre, excrementos y trozos de vísceras; así reivindicar el fruto de la retribución inmisericorde.

Estoy cansado de estar en manos de estos insensibles, acomodados, indiferentes y despóticos reyezuelos. Pero sobretodo de la tiranía que yo he impuesto sobre mí mismo para encajar. Para alcanzar ideales de éxito, crecimiento personal y satisfacción material; que no son más que falacias al servicio de los infames que están en el poder y que quieren una masa popular dócil y maleable a las ‘’necesidades del Mercado’’. Lo que es lo mismo que una población amoldable a los requerimientos de sus propios intereses egoístas.

Por supuesto, allí también encaja la relación con lo divino, lo cristiano en particular. Ese afán de tomar lo sacrosanto y cagarlo generosamente o metérmelo en el culo, porque no se trata sino de autocomplacencia o del apaciguamiento timorato del alma enajenada que grita desde su celda.

Pero finalmente lo que quiero es salir de la Oscuridad y del Abismo. No ser bueno, ni políticamente correcto sino Ser. Destruir este ''yo'' lleno de hipocresía, mentiras y miedos para respirar el aire fresco de la libertad. No quiero enfatizar sólo en la Luz; sino en las Tinieblas también porque de igual modo son mi heredad. De hecho, el asesino caníbal debe salir y fundirse en uno con el ángel de santidad. El ser entregado al camino de la Verdad!

Un Sueño Lúcido Extraordinario

Un día soñé que A. y yo éramos almas gemelas; que es una norma fundamental que siempre se hacen dos almas iguales pero diferentes, es decir complementarias. En ese sueño sentí que yo era el alma femenina y él la masculina. Vi en mi sueño que cuando las personas mueren pasan por un proceso de “revisión” de su experiencia vital; es un periodo atemporal dónde se analizan los hechos de la misma con la ayuda de “maestros espirituales”. Usualmente después de salir de esta “reunión” hay una pared muy larga con estantes que tienen comida de todas partes del mundo: allí el alma prueba una de las comidas simbolizando el lugar del mundo dónde quiere renacer. Obviamente debe teniendo en cuenta lo que aprendió en su anterior vida y en la revisión que se hizo. Después se pasa a una “gran terminal” donde todas las almas se muestran con su aspecto “real”, reflejando así su verdadera esencia (masculina o femenina) y también adoptando una forma humana que es casi siempre la misma (puede ser la de su primera vida?... la de su vida más importante?).  Yo no podía ver mi forma, porque no había espejos pero si veía a los demás; tranquilos, conversando, meditando… todos vestidos de blanco.

Cuando una persona iba a volver a la tierra, siempre lo hacía en pareja… siempre. En el sueño se me dijo que por esta razón nadie está sólo en la vida. Muchas veces las almas gemelas se unen y vienen a la Tierra juntas; otras veces no… hay libre elección de venir con quien se quiera.

Yo entré a esa revisión después de la muerte de mi vida actual, porque el tiempo no existe y mucho menos el tiempo lineal como lo conocemos; da lo mismo pasado, futuro o presente. Tuve una “reunión” después de mi muerte con mis “maestros”; ellos me sirvieron de espejo y aprendí que debo ser más seguro de mi mismo, saber que el poder está en mí, no en algo externo, que soy el creador de mi vida y de la vida, que soy como un dios que hace la realidad a cada instante. Que la tristeza que me acompaña desde hace muchos siglos sólo puede ser resuelta por mí; al ponerme en paz conmigo mismo. Que debo saber quién soy y el poder que tengo; ese poder que de hecho todos tenemos.

Una vez se terminó aquella sesión, salí de allí un poco indeciso y confuso. Dudé ante la larga pared con platillos del mundo, hasta que finalmente me decidí por tomar comida del oeste de África, sabiendo aún que las condiciones de vida allí son muy difíciles. Quería renacer el continente negro, pero faltaba ver que decía mi alma gemela. Tenía que buscarla. Fui a la sala de espera y la encontré; era un hombre alto con barba, muy masculino, tenía manos y brazos muy fuertes y grandes, sabía que era A. y no pude sentir otra cosa más que un amor sin límites, un magnetismo indescriptible. Cuando estuvimos cerca nos fundimos en un abrazo, que fue como si hubiese estallado una estrella, de hecho salió una luz brillante de esa conexión. Hablamos de lo que habíamos aprendido, él tenía que aprender a ser más paciente, más tolerante; sobretodo consigo mismo, a perdonarse. Luego de hablar por un tiempo sin tiempo decidimos volver juntos a la Tierra. Él quería nacer en Francia, tenía un apego especial a esa tierra no sé por qué. Yo le dije que quería nacer en África, el no estuvo de acuerdo y se molestó mucho. Pero yo accedí a ir con él a lo que antes era Galia, muy a mi pesar. Sabía que no debía hacerlo; que debía luchar por mi propio destino y no someterme a nadie, pero de todos modos lo hice y me dolió mucho.  Me sentía impotente, volvía a sentir esa tristeza antigua y lejana  que habita en mi corazón.
Una voz potente y atemporal nos dio la orden de subirnos en una barca; sobre las Aguas de la Vida, literalmente. Esta barca llevaba a las dos almas al sitio donde debían nacer. Obviamente casi nunca nacían el mismo día, en el mismo año o en el mismo lugar. Pero había un “lazo” que los unía y que los obligaría a encontrarse en algún punto de sus vidas de manera inexorable.

Nos subimos juntos a “nuestra” barca. Me acurruqué detrás de su espalda, temeroso; esperando lo que venía, esperando el regreso. En el sueño me dio miedo y a él también. Personalmente me daba miedo el dolor y la pesada carga de retornar a la Tierra. Sólo recuerdo que íbamos para Francia; no sé qué pasó en esa vida. Sólo sé que A. había muerto y había vuelto con un terrible rencor hacia mí y que yo había vuelto a morir terriblemente triste y sólo; impotente y desgarrado.

Volví de nuevo a salón de “revisión”. No me había ido muy bien en este aprendizaje, había hecho justamente lo que no debía, esperar en otros, no asumir mis responsabilidades y deprimirme por la tristeza que me oprimía desde tiempos sin memoria.

A A. le había pasado algo parecido, no había logrado liberarse de sus propias cadenas; no había sido una buena experiencia juntos. Cuando salí de nuevo a la “terminal” A. me miró con mucha rabia y no quería hablar conmigo, no quería darme el “abrazo”. Yo me sentí terrible, extremadamente triste. Luego él se subió en una barca con otra alma; no sé de quién. Mi reacción fue de quedarme petrificado, no sabía que hacer, me sentía muy sólo. Lloré mucho.

Pero después de un tiempo de estar allí parado sin saber que hacer se me acercó otra alma; de hecho me comunicó que quería volver a la Tierra conmigo. Aquel espíritu no me era del todo desconocido, ya lo había visto y  había hablado con él en la “terminal”. Además, la había conocido y vivido con ella en varias vidas. En efecto, era el alma del que hoy es el hermano de A.: J. Este espíritu tenía la apariencia de un hombre bajo, de ojos azules y pelo rojo, yo le había dicho muchas veces  “el celta” cariñosamente. Me invitó a volver a la existencia humana con él. Curiosamente me detuve en el sentir de soledad; accedí. Me dio la mano y me dijo que no me dejaría sólo durante esa vida. Nos subimos y renacimos en algún país europeo, no se cual. Toda la gente era de raza blanca, alta y de ojos azules.

En aquella vida fui una mujer. Crecí como una niña feliz, amada por mis padres, sin problemas de ningún tipo. Maduré y me hice enfermera. Me hallaba en el “futuro”, la gente vestía diferente y había más tecnología. Yo era una joven bonita y lo tenía todo en la vida. Un día en un centro de reunión de personas vi a un joven muy alto, musculoso, con los ojos azules y el pelo rojo. Al instante hubo amor a primera vista. Empezamos a  salir y después de un tiempo nos casamos. Él era un deportista de profesión, así se ganaba la vida y yo empecé a hacer deporte con él. Me convertí en una mujer muy bonita y atlética; era rubia, con el pelo corto y un cuerpo firme y femenino. Pero lo más importante para mi era que me sentía más tranquila.

En esa vida tuvimos mucho dinero, pero no hijos. Ese hombre nunca me dejó, nunca me abandonó, nunca me fue infiel. Siempre me amó. Yo morí después de los sesenta años, no conozco la causa. El hombre que me acompañó toda la vida era en realidad el alma del hombre bajo, de ojos azules y pelo rojo. Cumplió su promesa cuando me invitó a subir con él a la barca!.

Después de la muerte, de nuevo entré a la “revisión”. Esta vez lo había hecho mejor; estaba más cerca a aprender todo lo que debía y dejar de renacer en esta Tierra. Al salir decidí no volver a la terminal, decidí quedarme un poco más con los “maestros”.  Sabía que las almas gemelas siempre terminarían juntan, así tardase eones lograr esa unión, por eso no salí a buscar a la mía.

Por la decisión que tomé me llevaron a la “casa” de un alma maestro masculino, era un anciano afable y bueno. Allí conocí a su alma gemela. Era una mujer muy hermosa, de mediana edad y de rasgos mediterráneos. Con ella aprendí mucho a través de diferentes “visiones” y “recuerdos”. Entendí que el poder está en mí, yo soy parte de Dios y creo mi realidad, soy el único responsable de mi vida y mi destino. Cuando le pregunté cómo lograría sacarme de encima la tristeza, me llevó a una casa muy antigua – parecía un templo arcano - y en ruinas. Me dijo que esa era mi casa ancestral y que me dolía tanto porque esta todo parcialmente destruido. Aunque bajo los escombros había riquezas inimaginables. Allí no había nadie más, sólo ella y yo.

Me dijo que debía reconstruirla y darle el esplendor inicial, un brillo sólo puedo yo devolverle. Dándome el lugar que me merezco y haciendo un pequeño reino en ese hogar; así todos querrían venir hacía mi casa. Así me haría “maestro” y dejaría de renacer en la Tierra. Pasaría a otro estado; más elevado y en últimas más feliz.

Lo entendí, pero no supe cómo hacerlo. Quise regresar con ella, pero me pidió que no lo hiciera. Me dijo que yo debía seguir mi propio camino. Debía volver a renacer, para seguir aprendiendo y por fin  de alcanzar algún día ser “maestro” y ayudar a otros. Ese era el verdadero ciclo de las almas.
Entonces una luz enorme salió del cielo y desperté.

Ese fue mi sueño. Creo que lo tuve porque el tiempo no existe. Me llama la atención que en algunas ocasiones antes de dormir, algunos meses atrás había pedido a Dios o a la Vida con toda mi alma tener un sueño revelador; que me ayudará a entender la existencia. Recuerdo que a la siguiente mañana me levantaba decepcionado, había visto sólo tonterías o no había soñado nada. Pero todo lo que uno desea llega; no inmediatamente como si fuera magia Llega en un tiempo que no entendemos con nuestra limitada comprensión del universo. Al despertar tuve la certeza que eso de que somos como dioses y creamos la realidad a cada respiración es cierto.


Caí en la cuenta que finalmente tuve ese sueño revelador y creo con todo mi corazón que fue real. También sentí que se pueden cambiar cosas y que no necesariamente mi tiempo “futuro” será de esa manera. De hecho según la física cuántica el universo es sólo un conjunto de muchas posibilidades y esa sólo una de ellas.  Puedo hallar un camino diferente si me hago el único responsable de mi vida y que si realmente comprendo que este sentimiento de profunda tristeza no es más que la reacción a la impotencia autoimpuesta que le dado a mi existencia, una emoción que tal vez  se ha moldeado a lo largo de muchas vidas y gracias a la acumulación de tristezas antiguas, que  en efecto debo dejar ir. Es decir, debo empezar a reconstruir mi casa interior; mi palacio.

Kali Maa, los Ascetas de la Muerte y el Demonio Interno

Cuando vi a Kali Maa por primera vez hace muchos años sentí terror. Al ver aquella mujer con una melena desordenada, cuatro brazos sosteniendo entre otras cosas una cabeza cercenada y un arma ensangrentada. Con una falda elaborada de brazos amputados y un largo collar hecho de cabezas cortadas a manera de guirnaldas. Un escalofrío de pánico e incomprensión recorrió mi por entonces pequeño cuerpo. En su rostro hay una expresión fiera con una boca de colmillos largos, lengua afuera y sangre alrededor de los labios. Finalmente se ve de pie sobre un hombre que parece indefenso y sometido; que resulta ser el Señor Shiva. 

Lo primero que pensé cuando la conocí hace ya un par de décadas es que era un ser demoniaco y feroz y me sorprendí a saber que era una diosa ampliamente adorada en India. Por supuesto, hundido en el sopor del prejuicio y la ignorancia la tildé de tales cosas; de una satánica manifestación en medio de una cultura disparatada y politeísta.

Sin embargo, si se dejan de lados los juicios incoherentes basados en el miedo y la ignorancia, si se abandona el fanatismo religioso y la flojera intelectual se llega a descubrir que la Señora Kali es todo lo contrario: es una madre protectora, una benevolente diosa y una asesina de demonios. Pero antes de hablar de las hazañas de la diosa hablemos de su naturaleza.

Lo primero que se debe destacar es que ella es el Shakti del Señor Shiva. Esto es, que es el lado femenino de la energía esencial del dios. Esto implica que ella por sí misma y separada de él no puede existir y que él sin ella no se puede manifestar en la Tierra. Kali, cuyo nombre significa literalmente La Negra, es en efecto una de las facetas de Parvati la consorte cósmica del Señor Shiva. Encarna la fuerza destructora del dios, por medio de la cual modifica y re-crea el mundo. Es ella la que, en el sentido práctico, a través de su danza sagrada arrasa con el pecado, la ignorancia, el estancamiento y la decadencia. Además practica con el dios el tantra sagrado; la mixtura divina de las energías opuestas y complementarias y obviamente logra aprehender la verdad última del Universo encerrada en Kali Maa cómo la realidad última también, aquella que está por encima del mundo del engaño de Maya.

Volviendo a su historia, los dioses estaban luchando contra los demonios en cabeza del temible Raktavija. Este demonio tenía un particular manera de hacerse poderoso; cada vez que una gota de su sangre tocaba el suelo de ella nacía un nuevo demonio igual a sí mismo. En este campo de batalla los dioses estaban perdiendo el combate, el control del mundo estaba en juego. Viéndose superados por la potencia de las huestes infernales decidieron pedir ayuda al benevolente dios Shiva. Sin embargo, cuando llegaron a su morada lo encontraron en un estado profundo de meditación y no pudieron tener contacto con él. Fue entonces que Parvati, su esposa, se ofreció a darles una mano a los dioses en su batalla contra el mal. Se convirtió en Durga, la manifestación guerrera del Shakti del Señor Shiva, y montada en un enorme león irrumpió en la lucha destruyendo ella sola un batallón de demonios. Se dice que sólo en ese momento Raktavija sintió un auténtico espanto. No obstante, cada vez que Durga hería al demonio más “clones” suyos surgían del suelo.

Fue allí que la Señora Kali, la faceta más aterradora del Shakti shivaíco, entró en escena. Durga se transmutó en La Negra; una mujer guerrera de la piel oscura como la noche eterna y con atuendo hecho de miembros y cabezas cercenadas. Con su arma sagrada cortó el cuello del Raktavija y para evitar que se reprodujera de nuevo saltó sobre su cuello y bebió toda su sangre. El demonio había sido derrotado y su cabeza fue cortada de tajo de sus hombros. Después le pidió a los dioses que atacaran a las réplicas demoniacas, y con ayuda de sus colmillos filosos y su lengua larga y dúctil succionó la sangre del cuerpo de las legiones infernales. De este modo, Kali Maa la guerrera logró destruir al mal.

Sin embargo, al estar embebida en medio de esa orgía de sangre y muerte accedió a un trance y empezó a efectuar la danza de la destrucción sobre los cadáveres inertes de los demonios derrotados. Esto amenazó con destruir al mundo y la creación empezó a ceder ante la danza destructiva de la diosa. Los otros dioses impotentes fueron a buscar de nuevo a Shiva ante la perspectiva del fin del mundo. Por suerte lo encontraron despierto y lo guiaron al campo de batalla. Kali en algún estado alterado de consciencia continuaba destruyendo lo existente y Shiva intentó infructuosamente hacer entrar en razón a su Shakti. Por tanto, y como medida de salvamento se lanzó al piso en medio de los cadáveres de los demonios para que la diosa bailara sobre él y así poder salvar al mundo.

El Señor Shiva, el benevolente, estaba siendo inmolado por salvar lo que existe y fue allí cuando Kali se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Cuando estaba a punto de terminar con el dios, ella logró volver en sí y al ver a su amado a sus pies al borde de la inmolación sacó la lengua ensangrentada en un gesto fiero y se detuvo. Esa es la imagen que vemos muchas veces, en la que Kali con una actitud salvaje se halla posada sobre el mismísimo dios Shiva.

Así, los devotos de Kali Maa la ven como la Madre Primordial. Como la amorosa, la protectora, la que destruye la mentira, la que acelera el fin de lo que debe terminar, la fuerza destructora que precisamente como el baluarte de la creación y la vida. Por tanto, no es de extrañar que sea una de las diosas principales del Hinduismo, ampliamente adorada en el norte de la India y matrona de la ciudad de Calcuta; erigida en su nombre.

Por otro lado, desde un punto de vista tántrico Kali Maa encarna muchos conceptos. Uno es la consorte del dios Shiva, recordemos que Shiva es el dios de la energía masculina primordial, y la unión de ambos representan la conjunción de las fuerzas primarias del Universo. También se la ve como La Noche Eterna, el principio básico de donde todo viene y a donde todo va; como la Realidad Ultima más allá de este mundo de apariencias gobernado por Maya, la Ilusión. Pero también simboliza la realidad que sin la muerte no hay vida y que la muerte es la otra parte de la vida.


Es aquí donde hacen aparición los Aghori. Esta es una secta del Hinduismo aborrecida por la mayoría de las otras sectas de religión de la India. La separación no se desprende de un dicotomía doctrinaria o de la no pureza de la religión, conceptos casi ausentes en Oriente, sino de su costumbre ritual de comer carne humana. Antes de que el lector entre en shock por esta declaración examinemos un poco más en detalle lo que es un Aghori y en lo que cree este asceta particular del Hinduismo. Para ellos todo es Dios y Dios no es sólo aquellos aspectos luminosos que nos gustan tanto, sino también aquellas facetas poco reconocidas como el desapego, la muerte, la oscuridad o la descomposición.

De este modo, la vida de un Aghori es una vida por definición ausente de todo amarre material. De hecho, estos ascetas no tienen nada más que su cuenco hecho con un cráneo humano para comer y beber. La mayoría vive en la ciudad de Benarés, la ciudad de la muerte de la India, donde se efectúan los oficios funerarios de los hinduistas y sus restos son lanzados al río Ganges. En efecto, su vida religiosa – la mayor parte de su tiempo – discurre precisamente en los distritos asignados para tal fin. Allí andan desnudos, cubren su cuerpo con las cenizas de los muertos o usan algún sudario abandonado que algún tiempo atrás cubrió un cuerpo inerte. Se alimentan exclusivamente de las ofrendas dejadas a los muertos, compartiendo sin ningún problema su sustento con los perros callejeros y de vez en cuando consumiendo trozos de carne humana. Obviamente estas piezas de alimento se sacan de cuerpos muertos lanzados sin cremar al río Ganges.

Todas estas prácticas se enmarcan en el tantrismo shivaíco, adoración del Señor Shiva y la Señora Kali, para algunos extremo. Cubrirse con restos de muertos, usar sus sudarios o comer y beber en un cráneo humano son un recordatorio que somos transitorios, mortales y que por tanto todos los apegos a los afectos, las cosas materiales o a nosotros mismos no son más que una ilusión; una pérdida de tiempo que no nos deja ser libres en realidad. Comer con los perros, no usar vestuario alguno  o la cercanía con la muerte son una muestra más de ese desapego pero también que todo está unido; que hay una unicidad universal y que esta sensación de estar separados, de que existe un yo definido e inherente en nosotros es en realidad la ilusión conocida como Maya. 

Del mismo modo, comer carne de cadáveres en descomposición o meditar en las horas donde popularmente salen los espíritus de los muertos a vagar demuestran que Dios está en los cuerpos en descomposición, en las cenizas de la vida, en la muerte, en los espíritus fantasmales atormentados y aun incluso en los demonios. Precisamente en los Aghori reside un inusitado poder: el poder para echar fuera demonios y fantasmas. De hecho, son conocidos en toda la India por su dominio sobre dichos espíritus y la autoridad con la que los obligan a salir de la vida y el cuerpo de los seres humanos atormentados por sus oscuros influjos.

Por mi parte reconozco que encuentro una gran afinidad con la filosofía de los Aghori; ese desapego, no sólo de lo material, que hace de estos ascetas hombres realmente libres (aunque confieso que me veo por el momento muy alejado de sus prácticas cultuales o de la perfección de su desapego). Por supuesto debo señalar además, que encuentro en Kali Maa una diosa representativa en mi cosmogonía. Curiosamente he soñado muchas veces con la guerra contra los demonios, una lucha cuerpo a cuerpo destruyéndolos, desterrándolos de la faz del planeta y no haciendo caso al terror que infunden. Pero también a veces identifico el mal dentro de mí; un afán de poder, de invulnerabilidad, de dominio sobre el Universo entero que parece atisbarse como una abominable luz oscura en las profundidades de mi pecho.

No obstante, ahí está Kali Maa: La Negra, La Oscura, La Noche Eterna, La Muerte, El Tiempo, el agujero negro que lo engulle todo para volverlo a crear (en otra dimensión?) es el arquetipo de la transformación, del amor, de la protección, de la verdad infinita de que sin muerte no puede haber vida.