Las mejores épocas de nuestras vidas son aquellas en las que acopiamos el suficiente valor como para rebautizar nuestra maldad como lo mejor que hay en nosotros"

Friedrich Nietzsche

jueves, 4 de septiembre de 2014

Tétrada, Nivel Superficial

He estado pensando en las enseñanzas de mi tétrada de dioses. Obviamente se pueden extraer elementos nutritivos en múltiples niveles, estratos o dimensiones. A este respecto, pienso que se puede comenzar por lo más exterior. Por lo aparente. En consecuencia, advierto que cada dios tiene sus propias características delineadas por algunas actividades o actitudes.

En este sentido, veo que Buddha medita, que reflexiona, que estudia. Se puede decir, que el Iluminado aborda el tema existencial desde un punto de vista mental. Claramente no se trata sólo de cerebro. Se debe entender la mente desde un espectro más amplio. Al meditar nos comunicamos no sólo con la fuente de los pensamientos, sino además con el cuerpo, las descargas hormonales, las emociones y los sustratos sutiles o etéreos del ser. La acción de meditar es absolutamente necesaria para comprender mejor los fenómenos de la existencia; para serenar el alma y/o el espíritu. Para detenernos y conectar con esa fuente de unicidad en la que sin darnos cuenta nos movemos.

La flor de loto, símil usado ampliamente por Buddha

Del mismo modo, es indispensable reflexionar sobre aquello que nos atañe; que el corazón nos indica. Sin embargo, esto se debe hacer con moderación y equilibrio. Porque si sobre-pensamos, si analizamos demasiado nos desconectamos de la experiencia y caemos en una de las ilusiones de Maya: la creencia errónea que todo es “cerebral” y que lo único que existe es el concepto abstracto. Finalmente, debemos contemplar a Buddha no sólo en la meditación y la reflexión sino también en la búsqueda del conocimiento. Aquí debemos hacer la misma salvedad que en cuanto a la reflexión: la instrucción intelectual por sí misma no es suficiente. Al contrario, se torna vacía y venenosa cuando no va de la mano de la experimentación; del sencillo ejercicio de poner en práctica aquello que se aprende y se le da la dimensión real de sabiduría a un simple conocimiento seco, rígido, un enunciado sin valor inherente.


Por su parte, si nos detenemos a observar a Inanna vemos su furia guerrera, su seducción sexual sin límites, el amor con que se entrega a sus bienamados. La Reina del Cielo hace la guerra sin cuartel a sus enemigos, esto se puede aterrizar en varias acciones concretas: una lucha interna contra todas aquellas cosas que nos permiten llegar a un estado de completitud. Un deshacerse de todos los lastres sociales, morales, intelectuales, religiosos, familiares y de personalidad que nos atan a patrones de conducta destructivos para nosotros mismos. Obviamente se debe tener en cuenta el bienestar del otro, porque también Inanna nos enseña a defendernos ante las agresiones externas. No podemos ser simples ovejas listas para que el lobo devorador nos tome como cena! Lo que implica que debemos respetar a nuestro prójimo y pensar en sus necesidades como si fuera para nosotros mismos, porque eso hace parte del respeto indispensable para vivir en grupos sociales. También se puede interpretar que la práctica de algún ejercicio físico demandante nos puede ayudar a conectar con ese lado luchador, vencedor y sobreviviente que todos tenemos y que es necesario adoptar y canalizar.

La estrella de ocho puntas, símbolo de la Reina del Cielo 
Asimismo, la Estrella de la Mañana nos muestra el camino del tantra: de la realización espiritual y sublime a través del sexo. La diosa nos invita a practicar todo aquello que nos sea necesario para encontrarnos con nosotros mismos y con el Universo. Recordando eso si dos premisas básicas: siempre debe haber consenso y respeto con las parejas sexuales y recordar que en el sexo dar y recibir son la misma cosa. Por último, Inanna nos guía en el camino del amor de pareja. Demostrándonos que no debemos encasillar los diferentes tipos de relacionamiento, porque hay tantos tipos de amor como seres humanos en el planeta Tierra. Ella nos invita a romper los estereotipos y fluir libremente con nuestro/a/os/as pareja/s en consonancia con las vibraciones del amor universal.


Al mismo tiempo, al elevar nuestra mirada a la Señora del mar y de la luna vemos unos valores diferentes a los anteriores, pero complementarios. Yemanyá nos lleva a las profundidades del abismo para explorar, nos da su mano dulce y nos conduce por las sendas ignotas de los laberintos ocultos del ser. Nos invita a conocernos a nosotros mismos a través de los recovecos de la autoexploración. Como es lógico, esta actitud requiere sinceridad, constancia y valor porque sumergirse en cavernas subterráneas y anegadas no es fácil y requiere una buena dosis de autodominio.

El pez, la luna y las estrellas asociadas a Yemanyá
La Diosa Reina del Mar también, nos invita a crear. A dar vida a través de la maravillosa cualidad que tiene el hombre de hacer algo de la nada por a través del empleo de símbolos. Cada actividad creativa, artística o de desarrollo está bendecida por la diosa maternal. Todo acto de fecundidad, de explosión creadora lleva intrínseco el guiño dulce de su amor. Del mismo modo, tiernamente nos sugiere el mantenimiento del equilibrio y el autocontrol; el límite necesario para poderle dar cuerpo a la experiencia y no perderse en las galerías a veces engañosas de la experiencia sensorial. Finalizando, Yemanyá invita al ser humano a dejarse llevar por las corrientes de la vida; teniendo la confianza que ésta nos llevará justo al lugar donde debemos estar. Le propone al hombre abandonar la fijación enfermiza con el control de cada elemento, grande o chico, de la vida. Le infunde el valor para dejarse sorprender y conectarse así con el flujo de la experiencia vital.

Por último encontramos a Shiva, el benévolo dios que ama a cada ser viviente en el Universo. Pero que al mismo tiempo trae la destrucción por amor, por compasión con los seres vivientes. Esto se entiende porque en su infinito amor sabe que ningún ser finito puede o quiere afrontar la eternidad. A través de su danza no sólo derriba lo existente, sino que también re-crea para dar de nuevo vida y oportunidad de crecimiento a nuevos seres en el ámbito material, aunque en el ámbito sutil pueden ser los mismos seres encarnados una y otra vez. Con sus movimientos alivia el sufrimiento y da la alegría de renacer, de tener una nueva y sagrada oportunidad de aprender. Por eso cada vez que danzamos recordamos la profundidad de la espiral ascendente, del ciclo del propósito del ser consciente y de la vitalidad renovada. Podemos recordarlo cada vez que danzamos y expresamos a la Creación por la vía de nuestros propios movimientos.

OM con el trincho, el símbolo de Shiva
Asimismo, Shiva es el protector de la naturaleza y nos invita a protegerla también. Nos señala que somos parte de ella, que la separación con ella y con todo lo existente no es más que una ilusión; un truco de esta realidad aparente. Cuando hacemos algo bueno por cuidar el medio ambiente, cuando protegemos una fuente de agua, un árbol o un animal estamos honrando profundamente al espíritu bondadoso de dios gusta de cubrirse con ceniza sagrada; ceniza de muertos. Shiva también nos enseña a tratar a todos los seres por igual, a ser considerados y amables con todos por el solo hecho de existir. Ya que por algo todos estamos compartiendo la misma realidad; las distinciones de clase social, ámbito cultural o apariencia física no significan nada en el corazón insondable y bondadoso de Shiva. Él nos demuestra que estamos aquí para aprender de todo y de todos; del pobre, del rico, del humilde, del sabio, del ave, de la fiera salvaje, de la luna, del río, del amanecer. Nos insta a conectarnos con la experiencia; a detenernos y a darle un sentido profundo a la vida.

De este modo, navegando por los conceptos aparentes de cada arquetipo logro comprender lecciones trascendentes para mi vida. No obstante, este ejercicio es sólo una enumeración orientada al registro, a evitar el olvido, y no a la enseñanza de ningún tipo. Lo importante aquí es vivir lo que cada uno de mis dioses me quiere regalar como un don invaluable, como un tesoro precioso para hacer más completa, real y llena de significado mi propia existencia.



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