Las mejores épocas de nuestras vidas son aquellas en las que acopiamos el suficiente valor como para rebautizar nuestra maldad como lo mejor que hay en nosotros"

Friedrich Nietzsche

domingo, 7 de septiembre de 2014

Kali Maa, los Ascetas de la Muerte y el Demonio Interno

Cuando vi a Kali Maa por primera vez hace muchos años sentí terror. Al ver aquella mujer con una melena desordenada, cuatro brazos sosteniendo entre otras cosas una cabeza cercenada y un arma ensangrentada. Con una falda elaborada de brazos amputados y un largo collar hecho de cabezas cortadas a manera de guirnaldas. Un escalofrío de pánico e incomprensión recorrió mi por entonces pequeño cuerpo. En su rostro hay una expresión fiera con una boca de colmillos largos, lengua afuera y sangre alrededor de los labios. Finalmente se ve de pie sobre un hombre que parece indefenso y sometido; que resulta ser el Señor Shiva. 

Lo primero que pensé cuando la conocí hace ya un par de décadas es que era un ser demoniaco y feroz y me sorprendí a saber que era una diosa ampliamente adorada en India. Por supuesto, hundido en el sopor del prejuicio y la ignorancia la tildé de tales cosas; de una satánica manifestación en medio de una cultura disparatada y politeísta.

Sin embargo, si se dejan de lados los juicios incoherentes basados en el miedo y la ignorancia, si se abandona el fanatismo religioso y la flojera intelectual se llega a descubrir que la Señora Kali es todo lo contrario: es una madre protectora, una benevolente diosa y una asesina de demonios. Pero antes de hablar de las hazañas de la diosa hablemos de su naturaleza.

Lo primero que se debe destacar es que ella es el Shakti del Señor Shiva. Esto es, que es el lado femenino de la energía esencial del dios. Esto implica que ella por sí misma y separada de él no puede existir y que él sin ella no se puede manifestar en la Tierra. Kali, cuyo nombre significa literalmente La Negra, es en efecto una de las facetas de Parvati la consorte cósmica del Señor Shiva. Encarna la fuerza destructora del dios, por medio de la cual modifica y re-crea el mundo. Es ella la que, en el sentido práctico, a través de su danza sagrada arrasa con el pecado, la ignorancia, el estancamiento y la decadencia. Además practica con el dios el tantra sagrado; la mixtura divina de las energías opuestas y complementarias y obviamente logra aprehender la verdad última del Universo encerrada en Kali Maa cómo la realidad última también, aquella que está por encima del mundo del engaño de Maya.

Volviendo a su historia, los dioses estaban luchando contra los demonios en cabeza del temible Raktavija. Este demonio tenía un particular manera de hacerse poderoso; cada vez que una gota de su sangre tocaba el suelo de ella nacía un nuevo demonio igual a sí mismo. En este campo de batalla los dioses estaban perdiendo el combate, el control del mundo estaba en juego. Viéndose superados por la potencia de las huestes infernales decidieron pedir ayuda al benevolente dios Shiva. Sin embargo, cuando llegaron a su morada lo encontraron en un estado profundo de meditación y no pudieron tener contacto con él. Fue entonces que Parvati, su esposa, se ofreció a darles una mano a los dioses en su batalla contra el mal. Se convirtió en Durga, la manifestación guerrera del Shakti del Señor Shiva, y montada en un enorme león irrumpió en la lucha destruyendo ella sola un batallón de demonios. Se dice que sólo en ese momento Raktavija sintió un auténtico espanto. No obstante, cada vez que Durga hería al demonio más “clones” suyos surgían del suelo.

Fue allí que la Señora Kali, la faceta más aterradora del Shakti shivaíco, entró en escena. Durga se transmutó en La Negra; una mujer guerrera de la piel oscura como la noche eterna y con atuendo hecho de miembros y cabezas cercenadas. Con su arma sagrada cortó el cuello del Raktavija y para evitar que se reprodujera de nuevo saltó sobre su cuello y bebió toda su sangre. El demonio había sido derrotado y su cabeza fue cortada de tajo de sus hombros. Después le pidió a los dioses que atacaran a las réplicas demoniacas, y con ayuda de sus colmillos filosos y su lengua larga y dúctil succionó la sangre del cuerpo de las legiones infernales. De este modo, Kali Maa la guerrera logró destruir al mal.

Sin embargo, al estar embebida en medio de esa orgía de sangre y muerte accedió a un trance y empezó a efectuar la danza de la destrucción sobre los cadáveres inertes de los demonios derrotados. Esto amenazó con destruir al mundo y la creación empezó a ceder ante la danza destructiva de la diosa. Los otros dioses impotentes fueron a buscar de nuevo a Shiva ante la perspectiva del fin del mundo. Por suerte lo encontraron despierto y lo guiaron al campo de batalla. Kali en algún estado alterado de consciencia continuaba destruyendo lo existente y Shiva intentó infructuosamente hacer entrar en razón a su Shakti. Por tanto, y como medida de salvamento se lanzó al piso en medio de los cadáveres de los demonios para que la diosa bailara sobre él y así poder salvar al mundo.

El Señor Shiva, el benevolente, estaba siendo inmolado por salvar lo que existe y fue allí cuando Kali se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Cuando estaba a punto de terminar con el dios, ella logró volver en sí y al ver a su amado a sus pies al borde de la inmolación sacó la lengua ensangrentada en un gesto fiero y se detuvo. Esa es la imagen que vemos muchas veces, en la que Kali con una actitud salvaje se halla posada sobre el mismísimo dios Shiva.

Así, los devotos de Kali Maa la ven como la Madre Primordial. Como la amorosa, la protectora, la que destruye la mentira, la que acelera el fin de lo que debe terminar, la fuerza destructora que precisamente como el baluarte de la creación y la vida. Por tanto, no es de extrañar que sea una de las diosas principales del Hinduismo, ampliamente adorada en el norte de la India y matrona de la ciudad de Calcuta; erigida en su nombre.

Por otro lado, desde un punto de vista tántrico Kali Maa encarna muchos conceptos. Uno es la consorte del dios Shiva, recordemos que Shiva es el dios de la energía masculina primordial, y la unión de ambos representan la conjunción de las fuerzas primarias del Universo. También se la ve como La Noche Eterna, el principio básico de donde todo viene y a donde todo va; como la Realidad Ultima más allá de este mundo de apariencias gobernado por Maya, la Ilusión. Pero también simboliza la realidad que sin la muerte no hay vida y que la muerte es la otra parte de la vida.


Es aquí donde hacen aparición los Aghori. Esta es una secta del Hinduismo aborrecida por la mayoría de las otras sectas de religión de la India. La separación no se desprende de un dicotomía doctrinaria o de la no pureza de la religión, conceptos casi ausentes en Oriente, sino de su costumbre ritual de comer carne humana. Antes de que el lector entre en shock por esta declaración examinemos un poco más en detalle lo que es un Aghori y en lo que cree este asceta particular del Hinduismo. Para ellos todo es Dios y Dios no es sólo aquellos aspectos luminosos que nos gustan tanto, sino también aquellas facetas poco reconocidas como el desapego, la muerte, la oscuridad o la descomposición.

De este modo, la vida de un Aghori es una vida por definición ausente de todo amarre material. De hecho, estos ascetas no tienen nada más que su cuenco hecho con un cráneo humano para comer y beber. La mayoría vive en la ciudad de Benarés, la ciudad de la muerte de la India, donde se efectúan los oficios funerarios de los hinduistas y sus restos son lanzados al río Ganges. En efecto, su vida religiosa – la mayor parte de su tiempo – discurre precisamente en los distritos asignados para tal fin. Allí andan desnudos, cubren su cuerpo con las cenizas de los muertos o usan algún sudario abandonado que algún tiempo atrás cubrió un cuerpo inerte. Se alimentan exclusivamente de las ofrendas dejadas a los muertos, compartiendo sin ningún problema su sustento con los perros callejeros y de vez en cuando consumiendo trozos de carne humana. Obviamente estas piezas de alimento se sacan de cuerpos muertos lanzados sin cremar al río Ganges.

Todas estas prácticas se enmarcan en el tantrismo shivaíco, adoración del Señor Shiva y la Señora Kali, para algunos extremo. Cubrirse con restos de muertos, usar sus sudarios o comer y beber en un cráneo humano son un recordatorio que somos transitorios, mortales y que por tanto todos los apegos a los afectos, las cosas materiales o a nosotros mismos no son más que una ilusión; una pérdida de tiempo que no nos deja ser libres en realidad. Comer con los perros, no usar vestuario alguno  o la cercanía con la muerte son una muestra más de ese desapego pero también que todo está unido; que hay una unicidad universal y que esta sensación de estar separados, de que existe un yo definido e inherente en nosotros es en realidad la ilusión conocida como Maya. 

Del mismo modo, comer carne de cadáveres en descomposición o meditar en las horas donde popularmente salen los espíritus de los muertos a vagar demuestran que Dios está en los cuerpos en descomposición, en las cenizas de la vida, en la muerte, en los espíritus fantasmales atormentados y aun incluso en los demonios. Precisamente en los Aghori reside un inusitado poder: el poder para echar fuera demonios y fantasmas. De hecho, son conocidos en toda la India por su dominio sobre dichos espíritus y la autoridad con la que los obligan a salir de la vida y el cuerpo de los seres humanos atormentados por sus oscuros influjos.

Por mi parte reconozco que encuentro una gran afinidad con la filosofía de los Aghori; ese desapego, no sólo de lo material, que hace de estos ascetas hombres realmente libres (aunque confieso que me veo por el momento muy alejado de sus prácticas cultuales o de la perfección de su desapego). Por supuesto debo señalar además, que encuentro en Kali Maa una diosa representativa en mi cosmogonía. Curiosamente he soñado muchas veces con la guerra contra los demonios, una lucha cuerpo a cuerpo destruyéndolos, desterrándolos de la faz del planeta y no haciendo caso al terror que infunden. Pero también a veces identifico el mal dentro de mí; un afán de poder, de invulnerabilidad, de dominio sobre el Universo entero que parece atisbarse como una abominable luz oscura en las profundidades de mi pecho.

No obstante, ahí está Kali Maa: La Negra, La Oscura, La Noche Eterna, La Muerte, El Tiempo, el agujero negro que lo engulle todo para volverlo a crear (en otra dimensión?) es el arquetipo de la transformación, del amor, de la protección, de la verdad infinita de que sin muerte no puede haber vida. 

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