Las mejores épocas de nuestras vidas son aquellas en las que acopiamos el suficiente valor como para rebautizar nuestra maldad como lo mejor que hay en nosotros"

Friedrich Nietzsche

sábado, 11 de enero de 2014

El dragón alado y otros arquetípos internos


Los sueños son una invaluable fuente de encuentros con la sombra, cuando dormimos es el momento del día en el que la sombra acecha más libremente. Anoche tuve un sueño que para mi fue muy interesante y lo describiré a continuación:


Yo era algo así como un investigador interesado en los misterios de la existencia; me había apasionado por el tema de los dragones en la historia. Además, había encontrado junto con algunos otros pocos iniciados la ruta "interdimensional" que me llevaría al plano de origen dichas criaturas. Era un viaje que se debía preparar durante meses y era muy costoso. En fin, después de mucho esfuerzo logré llegar a esa dimensión, por cierto muy peligrosa. Me maravillé viendo cientos de animales multicolores y oníricos desde lo alto de un risco. Después me concentré en un grupo de dragones de todos los tamaños que estaban cerca a un lago enorme y hermoso. A lo lejos vi a otro explorador que se acercaba incautamente a éste, de repente el lago entero se alzo como un sólo ser viviente y se lo trago en un segundo. Entretanto yo sentí medio y respeto por aquel lugar salvaje y extraordinario; era un sitio fantástico y natural, pero al mismo tiempo terrible e inmisericorde.

Entonces recordé mi misión y comencé a gritar tratando de llamar la atención de los ejemplares más jóvenes;
y lo conseguí. Logré atraer a varios de ellos de un tamaño muy manejable para mi (los había gigantescos y diminutos). Até sus alas y me dispuse a ir a otra fuente de agua que servía como "agujero de gusano" entre mi realidad y la suya. Pero antes debía pagar. Una figura humana me exigió algo en pago por llevarme a esas hermosas criaturas, yo le pagué con un reloj de oro que llevaba puesto. Para luego cruzar junto con las criaturas el portal. En este momento el sueño se hizo confuso y sólo se que perdí aquellas criaturas, no se tal vez se escaparon.
Pasaron muchos años y yo seguí investigando sobre esas figuras aladas, primitivas, medio dinosaurio medio ave y lograba conectarme en el espíritu con los relatos, miedos y vivencias de los más antiguos humanos: personas que le tenían pavor a estas bestias devoradoras de hombres, que destruían sus cosechas, sus poblados, su ganado, que bebían sus sangre.


Pasado el tiempo, conocí a un hombre que como yo había traído dragones de aquel lejano mundo. Lo visité, vivía en Egipto en un casa parecida a una mansión de paredes rematas en cal. Un anciano afable que no dudó en compartir algo de su conocimiento conmigo. Me llevó a un patio interior de casa dónde tenía cuatro perchas gigantes: en cada una de ellas se encontraba un dragón adormilado. Debo señalar que tres de ellos habían adaptado plumas multicolores y parecían hermosos pájaros gigantes. Sin embargo, uno de ellos de color verde y amarillo  conservaba su apariencia primigenia, salvaje. Este fue el que más me llamó la atención y el que quise conocer. El sabio me dijo que jamás nadie había estado interesado en este; teniendo a su lado sendos pájaros que evocaban a los animales mitológicos de antaño. Le ordenó a sus criados llevarlos a todos a la azotea para que hicieran ante mi una demostración de vuelo.


Una vez allí, me enseño los tres pájaros que volaban dormidos y finalmente el dragón que tanto llamaba mi atención. Cuando el anciano se le acercó, éste se despertó airadamente y nos atacó. Corrimos desesperadamente por nuestra vida; mientras el monstruo nos lanceaba desde arriba con  sus garras y su cola, tomando la vida dos hombres. Debimos escapar por las enormes puertas de madera, mientras el dragón despertaba con su furia a sus compañeros. Al abrir la puerta gigante que marcaba la entrada a la mansión los animales escaparon y nunca más se volvió a saber de ellos. Mi corazón se sintió pesado al saber que se había escapado una oportunidad única de entender a esos dragones, de reconocer algo profundo del ser humano; algo profundo de mi mismo.

Pasaron algunos años más hasta que volví a aquella mansión. Esta vez la recepción no fue tan amable, una paliza fue la bienvenida. Luego el anciano me cedió su casa y me dijo que la podía explorar a voluntad. Lo hice yendo y viniendo por las habitaciones más altas, más luminosas, mas lujosas. Ataviadas con increíbles tesoros, comodidades y secretos; era verdaderamente la casa de un sabio.


Después bajé a los pisos inferiores de la construcción; hermosas estancias llenas de ricos velos, pomposos decorados y mobiliarios y vitrales con arabescos multicolores que creaban paredes enteras. Exploré mucho por allí y di con un pequeño taller incrustado en la roca de la montaña dónde estaba cimentada la casa. Entraba suficiente luz solar y estaba todo muy prolijo; pero lo que me sorprendió es que por doquier había estatuas talladas en arenisca y arcilla. Esculturas de dioses y criaturas mitológicas de las primeras culturas de la humanidad y tal vez anteriores a eso.


Así descubrí una estatua de una diosa hermosa y poderosa, ceñida para la batalla con sus senos expuestos. Por supuesto no era Atenea, se me antojaba más que era Inanna la caprichosa y violenta diosa de la guerra y el sexo de los sumerios. Vi también un león feroz con cabeza de hombre que me miraba directamente a los ojos; tal vez era un esfinge, tal vez un ser más antiguo por su tocado de estilo remoto. Me giré y vi con terror la imagen de un jabalí gigante; un Daeodon un animal pariente de los cerdos de un tamaño colosal que sería capaz de arrancarme la cabeza de un solo mordisco.

En ese momento me di cuenta que junto a cada estatua se hallaba un pozo cubierto con tablas de madera, que se movían como si lo que estuviera debajo quisiera salir; rogando, luchando salvajemente porque yo moviera las endebles puertas de su prisión. Vi decenas de estos movimientos furiosos al ras del suelo junto a las esculturas de las criaturas encarceladas, sedientas de libertad. Ese era el verdadero legado que me había dejado el hombre sabio!.


Me asusté. Pensé en huir y eche a correr enloquecido por escapar. En mi desesperación caí en el foso que vigilaba una imagen de un perro gigante con tres cabezas. Cuando llegué a lo profundo de la cueva, fue exactamente eso lo que vi: un perro colosal, de unos tres metros que con cada una de sus cabezas quería devorarme.


Corrí hacía dónde pude. Encontré un estrecho pasadizo dirigiéndose al interior de la caverna; me puse al resguardo de la bestia que hacia todo lo posible por alcanzarme, por destrozarme con sus fauces. Me miraba con ojos diabólicos, inyectados en sangre y furia. De la nada vi aparecer dos figuras humanoides, parecían hombres lobo que querían terminar el trabajo del perro; eché a correr internándome más en el pasaje. Del mismo modo que los hombres lobo, aparecieron de ninguna parte dos hombres con garrotes: uno de ellos logro contener al perro, el otro le destrozó la cabeza a uno de los hombres lupinos y logró neutralizar al otro.

En ese momento miré a ambos lados del pasillo y vi celdas excavadas en la roca. En cada una de ellas había un hombre; la mayoría con barba y algunos con turbante que se hallaban atados con pesadas cadenas a las roca desnuda. Se quejaban en susurros y se mostraban poco acostumbrados a la luz de las lámparas que los hombres con garrotes portaban en su otro mano. Estaban presos por la bestia y sus secuaces? o lo estaban por ser cómo la bestia y los suyos?, no lo sé.

Allí desperté. No pienso explicar lo que significa para mi el sueño, que cada uno entienda lo que le parezca.








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