Las mejores épocas de nuestras vidas son aquellas en las que acopiamos el suficiente valor como para rebautizar nuestra maldad como lo mejor que hay en nosotros"

Friedrich Nietzsche

martes, 21 de enero de 2014

Miedo, Mentiras y Vídeo

Encuentro que Klaus Nomi es de nuevo el punto de partida para reflexionar sobre algún tema importante de la vida. Al centrarme en su corta carrera, también el doloroso y prematuro camino que lo llevó a la muerte, lo primero que pienso es en el estigma con el mueren las personas atacadas por el sida. Debo confesar que sentí una profunda repulsión inicialmente pero después, y de manera más permanente, una pesadumbre pasmosa por su trágico desenlace. Algo en mí no puede entender todavía cómo un fin tan cruel y miserable pudo ocurrirle a una persona tan creativa como este Nomi.


Según los relatos de su amigo Joey Arias fue golpeado por diferentes clases de males al mismo tiempo, sufriendo un doloroso deterioro fruto de la destrucción total de su sistema inmunológico por el VIH. Pero lo que más me impacta de este relato es cómo fue abandonado por casi todo el mundo y cómo la gente para poderse acercar a él, debía utilizar “trajes de plástico”, que impedían todo contacto físico. Sin duda alguna, situaciones horribles tuvo que vivir Klaus hacia el final de su vida.

Esto me hace pensar en los millones de seres humanos a los cuales se les ha apagado la llama de la existencia terrenal antes de tiempo, a causa de esta enfermedad. Pero sobre todo, en el rechazo casi total que les ofrece esta sociedad.  Y es que es más fácil para todos nosotros apartar a una persona aquejada por esta aflicción, porque (además de sus horribles síntomas y su "fácil" contagio) se equipara con perversión, promiscuidad, suciedad, homosexualidad, descomposición social, castigo divino, etc. Todos estos prejuicios nos hacen sentir en una posición “privilegiada” y nos dan la ilusión de que podemos juzgar, castigar y destrozar a una persona que ya está destrozada por un flagelo tan radical.

Para muchos de nosotros es difícil pensar que los enfermos de sida eran o son personas cómo nosotros; con sueños y esperanzas, con manías y miedos, con afectos y desamores. Es como si un portador o un paciente aquejado por esta enfermedad perdiera su dignidad humana por su condición de salud. En pocas palabras, nos da mucho trabajo verlos como personas sencillas; como nosotros. Como el mismo Nomi dice en el estribillo de una de sus canciones:

“I´m just a simple man, I do the best I can, I got a simple plan, I hope you understand”

El tema es que no hemos podido, como sociedad y como individuos, entender a otro ser humano que está siendo atacado por un terrible mal y lo abordamos como un objeto de anatema, un maldito, un innombrable. Para mí esa es la verdadera tragedia de proporciones cósmicas inmiscuida en todo este asunto.

Lo irónico,  es que nadie está exento de un contagio parecido. Ya sabemos que no se trata de una enfermedad de “degenerados” que se lo merecen, que se puede transmitir de madres a hijos en el momento del nacimiento, en una transfusión de sangre, en una violación o en una visita al odontólogo o al tatuador y que, lamentablemente,  la mayoría de nosotros nunca va a comprender que una persona que tiene sida es tan persona como una que no lo tiene.

En este punto,  mi deseo es mover esta reflexión a un terreno más personal para decir que después de algunos testeos sé que no tengo esta enfermedad, pero sí sé que tengo una increíble suerte. Esto lo digo porque a lo largo de mi vida he tenido múltiples parejas sexuales, hombre y mujeres, y con más de una de esas personas no utilicé ningún método de protección. El enfermo pude haber sido yo!.

Puedo decir también que tengo un amigo 0 positivo y que al enterarme de su condición hubo un gran “estremecimiento” en mí, a tal punto que la siguiente vez que me encontré con él no sabía si debía abrazarlo - como era nuestra costumbre - o no. Del mismo modo,  me sincero y digo que uno de mis tíos murió, para mediados de 1980, como consecuencia de un contagio de sida. Curiosamente tres años antes del fallecimiento de Klaus Nomi. Obviamente, hablar de tales cosas en mi familia es tabú, motivo de vergüenza y la causa de la muerte, de este hombre extraordinario que era mi tío,  de puertas para fuera es un contagio de hepatitis. 

Por otro lado,  quiero relatar un suceso que me impactó profundamente. Alguna vez salía de mi trabajo con algunos amigos y nos encontramos con un pequeño número de personas que difundía información con el fin de dignificar al enfermo de sida o al portador de VIH. Yo fui el más receptivo del grupo y finalmente una de las personas de aquella campaña me pidió que le diera un abrazo como señal de aceptación (yo no sabía si era portador o no; solamente sabía que era un apasionado por el tema, eso sí desde  un punto de vista bastante emocional) y yo acepté.  Quedando totalmente petrificado en aquella juntura de cuerpos. Después todos mis amigos me miraron como si estuviera terriblemente sucio y oliera mal.


Todo esto me lleva a hacerme algunas preguntas. Lo que todavía no entiendo, es por qué tenemos (uso primera persona plural porque aunque tiendo a ser más “abierto” con el tema me afecta en alguna medida el prejuicio) la tendencia de querer castigar y aniquilar al enfermo de sida a través de una muerte emocional?.  Y en un contexto más amplio: por qué tendemos a rechazar de la manera más brutal posible a todo aquel que repudiamos bajo la bandera de la religión, las buenas costumbres, la salud pública, la racionalidad, la moral, el progreso, etc.? Y en este caso particular,  Por qué lo hacemos destruyendo en el camino a seres humanos encastrados bajo el epíteto, y la lápida, del enfermo que “se lo merece” por atender a su propia "animalidad” y a lo “inmundo” de sus instintos más básicos? Es un ataque a la ese espíritu primario y sencillo que todos tenemos, pero del que nos queremos deshacer como de lugar ? Puede tratarse de un intento desesperado de separarnos de la naturaleza, para trascender a ella y con ella a la misma muerte? Será un intento de afirmarnos a nosotros mismos que nuestra represión, nuestra automutilación y las mentiras con las que nos autoengañamos  tienen algún sentido? Será el miedo y la mentira las fuerzas más poderosas, las que más nos mueven cómo seres humanos?


No hay comentarios.:

Publicar un comentario