Cómo la mayoría de mis lectores,
hay algunas palabras y expresiones que se repetir en varios idiomas: algunas de
ellas son “gracias”, “buen día”, “hola”, “¿cómo estás?” y curiosamente “miedo”.
Siempre me he preguntado por qué esa palabra en especial se me queda tan fácilmente
en la memoria. Puede tener que ver con la importancia que el miedo tiene en
experiencia diaria; para mí es una fuerza regidora, que me muestra “los
ejemplos” a seguir, que hasta cierto punto se convierte un concepto de orden
moral. Pero debo hacerme una pregunta: me gusta que sea así?. La respuesta es
un claro, No. No me gusta sentir miedo, por lo menos no tan frecuentemente.
Es así que me doy cuenta que me
cansé de sentir miedo. De sufrirlo constantemente en mi vida de pareja, en mi
vida familiar, en mi trabajo, en mis relaciones con los demás. Me cansé de
dejarme acorralar por el miedo, de no poderme expresar, aceptar y comprenderme
a mí mismo por el miedo, especialmente el miedo a la soledad.
Pero esto no se trata sólo de
palabras, se trata fundamentalmente de acciones. No permitiré que el miedo me cohíba,
que se convierta en un “anulador “ y “modificador” de la consciencia, en un “supresor”
de mi ser. Soy como soy, siento como siento, pienso como pienso. Y aunque me da miedo asumir la responsabilidad
por mi vida lo tengo que hacer como el método de supervivencia de mi propia
naturaleza, de aceptación de mi
individualidad, de expresión de la parte de Dios que tengo dentro, del
entendimiento que soy como soy por un propósito; de saber que Dios se quiere
conocer a sí mismo a través de mí.
También me propongo firmemente
dejar de temerle a los que más quiero por miedo a su rechazo. De dejar de lado
elementos fundamentales de mi individualidad o personalidad, sólo porque les
puede generar inseguridad a quienes me rodean; aplastando así quién soy y produciéndome
como mínimo una sensación de no plenitud, desasosiego, de tristeza, de
amargura, de rencor y de ira. Cuando la inseguridad que ellos pueden sentir no
es más que una proyección sobre mí de sus propios asuntos no resueltos. No es
justo para ninguna de las partes.
Quiero recuperarme a mí mismo; volver
a sentir como míos, en lo fundamental, valores que para mí son vitales y que he
ido perdiendo en el camino; un camino hacia la domesticación. Me es necesario recuperar
la fuerza de voluntad, la valentía, la independencia, la ambición, el respeto
por mí mismo por encima de todas las cosas, el amor por mi propia experiencia y
mis particularidades. En fin, es mucho más fácil escribirlo que hacerlo; pero
por algún lado se debe comenzar!.
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