Buscando algo de música nueva, influenciado profundamente
por un film que vi en los últimos días y la historia de los castrati, me
encontré inesperadamente con algo que sinceramente me aterró. Estoy hablando de
un hombre bastante extraño y por mucho extravagante. Durante unos minutos no
tuve acceso al sonido del vídeo y sólo vi una figura sumamente rara
gesticulando en la pantalla, en lo que se veía
como una grabación muy antigua y de bajo presupuesto, bastante
“ochentera” si se quiere.
Me asusté, me aterré, el pavor se apoderó de mí.
Inmediatamente me llegaron imágenes de locura, irrealidad, minusvalía y pérdida
del ser. Todo esto me generó una sensación de peligro repentino; cómo si
hubiera visto al diablo o si una serpiente venenosa estuviera a punto de
morderme. Sentí un vacío en el estómago
y me imaginé a mí mismo usando esa ropa exótica, con la cara maquillada como
aquel personaje, con ese peinado ridículo y moviendo mi boca y mi cuerpo como
si cantara ópera. Huir fue el mensaje que recorrió como un rayo todo mi cuerpo.
Por otro lado, esa curiosidad que me caracteriza me impulso
a ver más y lo hice; percibiendo una parte de mí forzando a la otra a
continuar. Decidí profundizar y encontré la manera de darle audio a lo que veían mis ojos. Escuche una voz cambiante a mí parecer bastante corriente por
momentos, en otros tan conmovedora como la voz de una soprano en alguna
presentación de música culta; en evidente falsete valga anotar. El ritmo era
dulzón, un pop que no me gustó y me pareció cursi. Mi corazón latió más
despacio, el miedo empezó a ceder.
Pensándolo bien me dejé llevar por la imagen. Hubo una
reacción en mí tan agitada porque vi claramente a mi sombra. La parte de freak
que tengo, que a veces vivo en mi vida diaria, y que no me gusta admitir. La
exageración de mi moderado excentricismo, una imagen de mí mismo llevado por la
locura y la pérdida de contacto con la realidad.
La curiosidad siguió tomando el control y empecé a indagar
sobre aquel ser humano, sobre aquel artista que tanto me impactó. Y cómo pasa
habitualmente pasa, con el conocimiento se disiparon las sombras del terror. Supe que
se llamaba Klaus Nomi. Que fue un gran músico alemán capaz de fusionar por vez
primera la ópera con el rock y pop. Que hizo parte del movimiento que se gestó
en el vecindario de East Village en la Nueva York de finales de los 70 y
comienzos de los 80. Que fue un abanderado del mundo gay. Que tuvo una
propuesta musical del todo diferente y poco comercial. Que su aspecto buscaba
evocar un extraterrestre de una galaxia más evolucionada que venía al planeta
Tierra a cantarle a los seres humanos. Que fue en muchos sentidos, la persona
que allanó el camino para grupos de rock gótico como Lacrimosa. Que murió muy
joven y trágicamente a causa del sida.
Seguí escuchando su música y sentí un profundo alivio. Logré
dominar el pavor que me atacó inicialmente; conseguí poner en contexto lo que me amenazaba;
aunque debo confesar que todavía y de manera muy visceral una escalofrío de
tanto en tanto me recorre el cuerpo. Lo que realmente me asustó no fue Klaus o
su propuesta o su estilo. Lo que me aterró fue la posibilidad de “terminar”
como él. De darle rienda suelta al loco psicótico que está en mí sombra; aquel
ser que decide desconectarse de la realidad consensuada para alejarse en las
alas de su propia realidad, de su propia mente, de su propia locura.
Reconozco que la manera con la que he abordado normalmente
lo que yo llamaría “diferencia extrema” ha sido casi siempre con burla. Me he burlado
muchas veces de freaks en lo personal memorables, y hasta cierto punto
queridos, como Zulma Lobato, Lizzie Velásquez (conocida como la mujer más fea del mundo) o el
recientemente fallecido Ricardo Fort. Además de una larga lista de personajes
anónimos que son diametralmente diferentes a “la norma” a la que estoy
acostumbrado, que son muy diferentes de ella.
Pero lo que oculta la sorna y el morbo es un miedo real a ser “como
ellos”, a verme en extremo diferente de lo que para mí es la imagen aceptable y
de paso a la locura misma. Termino diciendo que es bueno saber que no estoy
obligado a reírme despiadadamente o a
huir desesperadamente de lo que me es “diferente”.
es interesante klaus, hay pocos datos osbre la vida sentimental homosexual de kalus tuvo parejas? ectect si tienes mas informacion acerca de su vida amorosa me gustaria leerla.
ResponderBorrarRecordando al gran Klaus Nomi
ResponderBorrarCarlos Zerpa
Decir que fui amigo de Klaus Nomi, sería una gran mentira, solo puedo afirmar que nos veíamos en la calle o en los clubs y nos saludábamos con mucha simpatía. Aun no era famoso.
Recuerdo a Klaus Nomi, caminando o andando en bicicleta, por el Village a comienzos de los 80s, iba de lentes oscuros alargados, con un casco plateado que parecía un platillo volador, sobre su cabeza, con los labios y las uñas de las manos pintadas de negro, endosando sus maravillosas indumentarias. Mientras me tomaba un café expreso en el “Borgia Café”, lo saluda y él siempre cortés, devolvía el saludo. He looks como un Alien y canta like a Diva. Yo salía siempre a los clubs y bares, los jueves en la noche, el viernes no lo hacía pues la ciudad era invadida por lo que llamábamos “The New Jersey People”, no es por discriminarlos, pero eran muy ruidosos, escandalosos, alborotados, desordenados, gritones y sobre todo, eran muchos y abarrotaban todos los espacios armando un verdadero desmadre.
Yo iba generalmente a un club llamado “Hurrah” que quedaba en el número 36 West de la calle Broadway con la 62. Ese club nocturno estaba lleno de grandes monitores que transmitían videos musicales todo el tiempo y que me gustaban mucho, de hecho, ese club fue el pionero en esto de poner muchos monitores enormes por todos lados, en ese territorio de la música Punk, Post punk, New Wave e Industrial Músic, se presentaron muchos grupos estupendos, recuerdo haber visto ahí a The Specials, a Klaus Nomi, a The Skids y a The Fleshtones… Nomi después de su show, se sentaba en la barra a tomarse una copa de champaña, en varias oportunidades chocamos las copas para brindar sin ningún tipo de rollos, parecía y era una diva, pero no se comportaba como tal.
Recuerdo claramente a Klaus Nomi, quien llegaba al “Hurrah”, vestido como un pingüino en tela plastificada, en blanco y negro con una corbata de lazo enorme, como un alien, como un arlequín andrógino, like a freak Fellinesco, con la cara pintada de blanco, corte de pelo entre samurai y galáctico, con su amplia frente y un peinado con tres picos. Todos lo saludaban, comenzaba a hacerse famoso, pero nunca lo vi engreído.
Nomi, se anticipó a la llamada “Cold Wave” con su banda formada por músicos andróginos haciendo una buena combinación de música electrónica y guitarras eléctricas, bailarines androides, odaliscas espaciales, decorados constructivistas y futuristas, al verlo parecía estar en el espacio del gabinete del Dr. Caligari, pero con espirales hipnóticas, luces gélidas del espacio exterior y vestuarios de otros mundos entre un blanco humo de hielo seco.
Podías encontrar a “Klaus Nomi”, esa especie de pingüino elegante del New Wave, cantando, en el Club Lucky Strike, un club New Wave y Post Punk, tan de moda a comienzos de los 80s, que quedaba en el East Village de Nueva York, en una calle vecina a St. Mark, tenía los pisos y las paredes de cuadros blancos y negros como una gran caja de tablero de ajedrez. Perfecto para Nomi, de hecho, parecía decorado especialmente para él.
Al otro dia por la tarde, seguro andaba por el Village paseando o haciendo compras, montado en su bicicleta.
Tristemente en enero de 1983, Nomi se enferma. Los médicos descubrieron que el sistema inmunológico de Klaus había colapsado, la enfermedad que padecía, todavía no era llamada SIDA, fue una de las primeras figuras públicas en morir de esa nueva y fatídica enfermedad, su retrato en primera plana del periódico “Village Voice” en letras azules, anunciaba al mundo su sentida muerte por AIDS. Yo no podía creer que el maravilloso Klaus Nomi había fallecido, fue una muerte que en verdad me dolió mucho.